Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La España setentera, o Postespaña, puso de moda dos dicharachos que hoy repiten los tertulianos, que ignoran sus significados: “Consenso”, un invento de Constantino para decretar la conversión del paganismo en cristianismo como aquí la de la dictadura en democracia, y “Estado de Derecho”, un invento propagandístico de la monarquía prusiana.
Así se explica el lío de poderes que se hizo en el Senado la ministra de Justicia de Sánchez, que a esas horas andaba por la Casa Blanca luchando contra “la extrema derecha de Trump” con un chaleco de corte bretón, a lo Gómez Carrillo, del bisabuelo de Iván Redondo (nada que ver con el chaleco blanco de solapas con el que Robespierre, al decir de Tocqueville, se presentaba en el teatro).
En el Senado, la ministra de Justicia (“Lola” en las rianxeiras, o sobremesas del “Rianxo”, con que el sanchismo nos ameniza la soñarra septembrina en este protectorado venezolano) apeló campanudamente al “Poder Judicial”, que, sin embargo, tampoco es un poder, como sabemos por Montesquieu (“presque nulle”), por Gramsci (que le quita el “presque”) y por Balta, promotor de la Justicia Universal, que en sus manos se queda en Justicia Castiza, y que, sentado a la mesa, resume a Gramsci y a Montesquieu en una frase “maquietista” (línea Amalia Isaura):
–La justicia es una p… m…
No parece, desde luego, la terminología jurídica de Schmitt y Kelsen en la polémica sobre la justicia constitucional, pero se ajusta como el guante de “Gilda” a la rudeza e ignorancia de Sánchez, que ya prepara su “voletío” a La Habana, el pueblo (ron, café, tabaco) que inventó la sobremesa, la ciudad donde un taxista mulato quitó a Foxá la idea de ahorrar:
–Yo gasto lo que gano; la caja de muerto no tiene bolsillos.
Sólo de pensar en La Habana, a Sánchez le pesa el machete de la zafra y se deja llevar por la rumba a orilla de los cañaverales: “Yo no tumbo caña / que la tumbe el viento… / Que la tumbe Lola / con su movimiento.” Quien dice caña, dice ministerios.
Abc
La España setentera, o Postespaña, puso de moda dos dicharachos que hoy repiten los tertulianos, que ignoran sus significados: “Consenso”, un invento de Constantino para decretar la conversión del paganismo en cristianismo como aquí la de la dictadura en democracia, y “Estado de Derecho”, un invento propagandístico de la monarquía prusiana.
Así se explica el lío de poderes que se hizo en el Senado la ministra de Justicia de Sánchez, que a esas horas andaba por la Casa Blanca luchando contra “la extrema derecha de Trump” con un chaleco de corte bretón, a lo Gómez Carrillo, del bisabuelo de Iván Redondo (nada que ver con el chaleco blanco de solapas con el que Robespierre, al decir de Tocqueville, se presentaba en el teatro).
En el Senado, la ministra de Justicia (“Lola” en las rianxeiras, o sobremesas del “Rianxo”, con que el sanchismo nos ameniza la soñarra septembrina en este protectorado venezolano) apeló campanudamente al “Poder Judicial”, que, sin embargo, tampoco es un poder, como sabemos por Montesquieu (“presque nulle”), por Gramsci (que le quita el “presque”) y por Balta, promotor de la Justicia Universal, que en sus manos se queda en Justicia Castiza, y que, sentado a la mesa, resume a Gramsci y a Montesquieu en una frase “maquietista” (línea Amalia Isaura):
–La justicia es una p… m…
No parece, desde luego, la terminología jurídica de Schmitt y Kelsen en la polémica sobre la justicia constitucional, pero se ajusta como el guante de “Gilda” a la rudeza e ignorancia de Sánchez, que ya prepara su “voletío” a La Habana, el pueblo (ron, café, tabaco) que inventó la sobremesa, la ciudad donde un taxista mulato quitó a Foxá la idea de ahorrar:
–Yo gasto lo que gano; la caja de muerto no tiene bolsillos.
Sólo de pensar en La Habana, a Sánchez le pesa el machete de la zafra y se deja llevar por la rumba a orilla de los cañaverales: “Yo no tumbo caña / que la tumbe el viento… / Que la tumbe Lola / con su movimiento.” Quien dice caña, dice ministerios.