Lola
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Para la socialdemocracia el mérito no está en la inteligencia, sino en la fama. Estrella Morente es famosa, y aprovechó la zarzuela política del Dos de Mayo para interpretar la Constitución que, por lo que dice, no se ha leído:
–España no merece que no haya gobierno, no merece un país sin diálogo.
Si España presume de haber votado lo que tiene, lo que tiene será merecido. Pero Estrella Morente no es Lola Flores, cuya capacidad de síntesis queda acreditada en esta confidencia a José-Miguel Ullán: “A mí Franco no me dio nada; solamente una pitillera, que luego resultó de plata falsa”.
Siendo flamenca, Estrella no entiende la verbena partidocrática.
–Sólo hasta tres personas, como máximo, pueden conjuntar una cosa gitana –dijo Pastora Imperio a Ruano–. Más ya es una verbena.
En el sistema español, sólo hasta dos partidos, como máximo, podían conjuntar un gobierno. Más ya fue una verbena (¡a la de San Juan que nos vamos!). Y, como todos los españoles de esta época cuando no entienden, Estrella se cabrea, no con las causas, sino con los efectos del problema.
El problema de las elecciones de junio es que nos llevan a la Gran Coalición, en cuya grande polvareda suele colarse algún don Beltrane, o extremista de turno: en Weimar fue el cabo austríaco, y aquí, salvando las distancias, un penene de la Complu que va de Robespierre, con quien sólo comparte cursilería, que Robespierre sacaba de “Julia o la nueva Eloísa” de Rousseau, mientras que Pablemos parece sacarla de las “Charlas con Troylo” de Gala.
Es un problema de sistema, el Estado de partidos de García Pelayo, por su asfixiante falta de representación, pero decirlo le puede costar a uno que lo tachen de “fascista”, igual que los judíos y los cristianos fueron tachados de ateos porque no adoraban a los dioses reconocidos por el Estado.
De momento, los únicos dioses garantizados por el Estado son Mariano, Albert, Pedro y Pablemos. Y el picoteado por todo el harén, nueva sultana.