sábado, 21 de mayo de 2016

En la muerte de Urbano


 Molina, Pablo, Marín, Salas -fichó por el Burgos-, URBANO, Varo.
 Lezcano, Abelenda, el gran Onega, Burguete -difunto goleador
 que también lo fue del Burgos- y Calero



Francisco Javier Gómez Izquierdo

        Ayer, día del “encendido” , se apagó el corazón de Urbano a pocos metros del recinto ferial. Urbano, desde su casa, al lado de “allá” de la autovía, veía como nadie los fuegos de esta Semana de Feria con nueve días. Los veía como nadie porque al otro lado de la autovía no hay vecinos. Su casa, la casa que le puso Rafael Gómez, Sandokán, en la Ciudad Deportiva está sola en el camino de Carbonell, pero bastan unos minutos para, andando y por debajo de la A-4, presentarte en El Arenal, donde se levanta El Arcángel y donde se ubica cada mayo la Feria.

      A Urbano lo acaban de sacar en dos capítulos como vieja gloria blanquiverde en la revistilla que regalan antes de los partidos del Córdoba y leyendo sus peripecias, uno adivinaba el poso triste que transmitía últimamente, cuando se hablaba con él. No es que yo le haya tratado con frecuencia, pero por motivos que no vienen al caso fui a verlo ex-profeso con Ángel, mi amigo platero que llegó a probar en el Celta de Vigo y desde aquella tarde me tiene -tenía- equivocadamente por un hombre de fútbol. Todo porque le hablé de un partido que se jugó por la mañana en El Plantío y donde el Sporting de Joaquín, Mesa y Ferrero nos dió un repaso de muy señor mío.  “No recuerdo”, dijo. “Tú competías con Ciriaco Cano, y eso son palabras mayores”, le dije.
      
Urbano empezó en el Córdoba muy joven y llegó a jugar junto a  Daniel Onega, apodado El Fantasma, “un monstruo ante el que me quedaba alobao en los entrenamientos”. Desde entonces, entre los veteranos del club se le conoce como “El Niño”, pero para las nuevas generaciones que le han visto desde pre-benjamines en la Ciudad Deportiva es El Tito. A Urbano lo llamaron a las selecciones de los promesas, y el Spórting, en pelea con otros clubes,  pagó un buen dinero por sus servicios. Vicente Miera contó poco con él -Ciriaco era Ciriaco-  por lo que se fue al Celta, donde tampoco jugó lo que esperaba. En el declive de su carrera volvió a Córdoba y al final acabó en el Xerez.
      
La vida, a veces, no da lo suyo a quien lo merece y con Urbano  fue poco generosa. El caso es que un día Rafael Gómez le encargó que estuviera al tanto de su Ciudad Deportiva, un complejo de campos que nació, vive y morirá cabalgando en la polémica y allí recibía a todos los buenos aficionados al fútbol y a todas las plantillas del fútbol infantil, cadete y juvenil de Córdoba y Andalucía.
    
El actual amo del Córdoba andaba en trifulcas con Urbano por esa manía que tiene el presidente de hacer suyo lo que es de otros. El Diario de hoy no glosa la gloria del difunto. Señala escuetamente su muerte por un posible infarto a los 62 años y recuerda al lector los desencuentros con Carlos González, el hombre que entiende que la Ciudad Deportiva de Rafael Gómez es para su uso privado. El gasto de personal y adecentamiento de las instalaciones no tengo ni idea de a costa de quién corre, pero lo evidente es que el Córdoba grande y todos los chicos entrenan allí. Ya sin la mirada sabia y triste de Urbano, el medio centro que cargaba de hombros. “Como Mesa”.
     
Descanse en paz  José Luis Urbano Martínez.