viernes, 27 de mayo de 2016

El encuestador

Murcia, los señores Cánovas del Castillo y Romero Robledo
 visitando el hospital de coléricos,
 en la revista española La Ilustración Española y Americana
8 de julio de 1885

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Tengo un amigo parado que vota al PP, y anda sulfurado porque en una encuesta de Toharia, el encuestador del régimen, sale un votante del PP “envejecido y derechizado”, y así no hay manera de encontrar trabajo en esta socialdemocracia mazorral que nos ordeña los euros que nos curramos, que rescata el puchero de Romero Robledo en Austria y que nos arrastra a una Europa cultural sin Inglaterra, pero con aquella Turquía de cuando en Madrid se creía que los turcos salían de la Guindalera y de los Cuatro Caminos para vender pieles en la Puerta del Sol.

Me ha llevado media hora y un par de copas tranquilizar a mi amigo, que quiere, el pobre, seguir votando, en vez de esperar a hacerlo cuando haya, al menos, un sistema mayoritario. Le he explicado que él, como votante pepero, en un sistema proporcional y con listas de partido, está igual de “envejecido y derechizado” que Toharia y el resto de votantes, tengan la edad que tuvieren y piensen lo que pensaren, ya que aquí todos los partidos son del Estado.

En el Estado de Partidos, el encuestador es un propagandista más, y si mi amigo anda interesado de veras en el ánimo de los votantes ha de acudir a las casas de apuestas, donde la opinión cuesta dinero (“money talks”), antes que a las casas de encuestas, donde hablar sale gratis (“talk is cheap”), explicación que daba Schumpeter al hecho de que los adultos se comportaran como niños en las cosas de la política.
Los jeribeques de Toharia para llamar “envejecido y derechizado” al votante pepero incluyen una ensalada campera de conceptos políticos al revés, de modo que “bipartidismo”, distintivo de la democracia, es malo, y “consenso”, distintivo de la oligarquía, es bueno. ¿Qué, sino fraseología, es la sociología?

Pero esos ascos a la vejez, dengues compartidos con Toharia por Rivera y Pablemos, que disfrutan triunfalmente del poco tiempo en que pueden representar el papel de lo nuevo, son organicismo joseantoniano, y ni lo saben.