Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En España llevan siglo y medio mandando los mismos (elites, se hacen llamar), pero cada mandarinato tiene la precaución de condenar vehementemente al anterior para dar el pego. La República del monárquico don Niceto demoniza a la Restauración; la dictadura del republicano general Franco demoniza la República, y la Democracia-que-entre todos del franquista Suárez demoniza al franquismo. Este proceder digno de “La rama dorada” de Frazer hace de la España oficial un país sumamente ridículo cuya decadencia y final nos es dado contemplar.
El fundador de la ciencia constitucional vio en el poder “un exudado de la coexistencia humana”:
–Se instala sobre un individuo como una nube de niebla sobre una parte de la tierra (o ¿cómo el sol hace que se forme niebla sobre el agua?) o como una colonia de bacterias en una solución.
Para ilustrar la lucha por el pasaje (“el acceso a la cima del poder”), Schmitt recurre al “Don Carlos”, de Schiller, que demuestra aquí “su capacidad para captar la esencia del poder”. El argumento del drama es la pregunta “¿Quién tiene acceso directo al Rey, Felipe II, monarca absoluto?” Quien lo tenga participará de su poder. Al principio son sólo su confesor Domingo y su general el duque de Alba. Pero aparece un tercero, el marqués de Posa, y aquellos reconocen en seguida el peligro.
–Se alcanza el punto culminante de tensión dramática cuando el Rey ordena: “¡En adelante el caballero (el marqués de Posa) podrá ingresar sin ser anunciado!” El confesor le dice al general: “Nuestro tiempo ha pasado”.
Lo que pasó fue el tiempo de España, donde lo que queda de poder tiene las mismas lógicas, decía Trevijano, que las pandillas de colegio, con las mismas tácticas, como se ve en el castizo ajuste de cuentas entre Sánchez y su amigo Rubiales, a quien la Fifa de Infantino, que viene de un Mundial a la carta en Catar, ese ideal feminista, ha suspendido de empleo y sueldo por un beso, lo que hace que, comparada con la España de Sánchez, la Ginebra de Calvino nos parezca Woodstock, pues en Ginebra bastaba con callarse para evitar la hoguera, y aquí el beaterío que vigila quién va o no a misa exige confesión pública. Esta locura procede de América, y ya se supone que, si somos colonia useña, la hipocresía ultracalvinista (hallazgo de Yarvin) viene de serie.
¿Hipócritas, los españoles? Sobre la generación de 1915, la generación de Ortega que proclamó “la democracia, el pacifismo, la francofilia y el heretismo”, denunció Gecé en los 30 algo tremendo: que “lo característico de esa generación pacifista, intelectual y republicana fue la HIPOCRESÍA (así, con mayúsculas), la misma del tero: la de dar en un lado los gritos y en otro poner los huevos”, siendo el tero el pájaro nacional de Uruguay, como lo es de España la urraca.
“Homo homini homo”. El hombre Sánchez es un Sánchez para el hombre Rubiales, cuya dimisión equiparan los medios a la de Bismarck en marzo del 90.
[Martes, 29 de Agosto]