Enrique VIII
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los españoles de la Santa Transición poseemos el don de lenguas, como ahora se va a poner de manifiesto en el Parlamento, donde los ciudadanos carecemos de representación política (Leibholz, ideólogo del Estado de Partidos), que se suplirá con conversación “en todas las lenguas del Estado” (?), no para comunicarse, sino para separarse.
–Hablan un idioma que los demás no entienden para ponerse de espaldas al grupo –aclara Gustavo Bueno, algunos de cuyos alumnos de Oviedo se pusieron a inventar el bable tras una lectura indigesta de los “Discurso a la nación alemana” de Fichte.
Darwin situó el origen del lenguaje en el canto de los pájaros macho durante la época de apareamiento. ¿Y las hembras? Bueno, eso tendrán que leerlo ustedes en Darwin, que no está el horno para bollos.
En su ajuste de cuentas (póstumo) a Chomsky (y a Darwin), Wolfe cita el caso del mono cercopiteco verde, que emite gritos diferentes para advertir al grupo de la presencia de los depredadores más peligrosos, creando un ambiente selvático muy parecido a lo que pronto serán los debates separatistas en nuestro Parlamento, donde se arrincona al español por populista, ya que, en lógica de tertuliano del Régimen, “populismo es soluciones simples a problemas complejos”, y ninguna solución más simple para entenderse en España que el español.
–El mono cercopiteco verde –insiste Wolfe ante Darwin, que no acaba de pillar la evolución del lenguaje desde el reino animal– tiene un grito para el leopardo, otro para el águila, otro distinto para los babuinos y otro para la serpiente pitón, además de variantes del grito de la pitón para referirse a la mamba o la cobra.
Ahí quiero ver yo a “la Tercera Autoridad del Estado”, la presidente Armengol, y su escuela de traductores de Toledo. Claro que Darwin no pensaba en cheso aragonés, sino en inglés casi de Gales, ese idioma que los norteamericanos de ahora insisten en hablarlo (lo dice un escritor cubano que odia el inglés por sus “vocales voluminosas que no nos caben en la boca a los cubanos”) con acento de país pobre extranjero (“léase, de ‘shithole country’”), ya que así les parece más políticamente correcto y “menos dialecto neocolonial”.
Schmitt anotó en su “Glossarium” que la “pax romana” pertenece a la “lingua latina”, cuyas palabras y frases son un símil de cosas y de un orden precisos, en tanto que el idioma anglosajón es oscilante-marítimo.
–El idioma pendular marítimo no es capaz de gobernar el mundo. No hay “pax”, sino solamente la eliminación de la guerra de Estados y su transformación en guerra civil mundial.
Para el autor de “El Nomos de la Tierra”, la fonética de un idioma es lo decisivo, y hace la pregunta catastrófica: ¿por qué desde Enrique VIII, es decir, desde el comienzo de su éxodo al mar abierto, los ingleses hablan el latín como el inglés?
Por lo mismo que al leopardo le salieron sus manchas.
[Martes, 19 de Septiembre]