Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los 80 nos dejaron, también, el cartel de Pozoblanco, con Paquirri, Yiyo y El Soro. A Paquirri lo mató “Avispero” en septiembre del 84, y a Yiyo, que en Pozoblanco hubo de estoquear a “Avispero”, en agosto del 85 le partió el corazón “Burlero” en Colmenar Viejo, donde había cogido la sustitución de Curro Romero. El Soro sobrevivió al cartel, pero de él poco más se supo.
De la leyenda del cartel de Pozoblanco ya se había olvidado uno, hasta que en las primarias americanas apareció el nombre de Robert F. Kennedy, Jr., hijo y sobrino de asesinados, cosas que, según otra leyenda, sólo pasaban en Rusia.
Los Kennedy son como el cartel de Pozoblanco de la política americana. El tío de Robert, el presidente John F. Kennedy, fue asesinado a tiros en una caravana por Dealey Plaza en Dallas, Texas, en noviembre del 63. Su padre, el senador Robert F. Kennedy (el hombre que paró a los generalones que querían la guerra por los misiles de Cuba), murió tiroteado en junio del 68 en el Hotel Ambassador de Los Ángeles, California.
Hoy los americanos todavía no saben quién mató al presidente Kennedy (“¿Por qué murió Paquirri?”, se preguntaban los españoles en los 80), y Donald Trump ha prometido desclasificar, si vuelve a la Casa Blanca, todos los documentos del caso, que apuntan al Deep State, que haberlo, háylo, como puede dar fe el propio Trump, a quien Tucker Carlson imagina en el punto de mira, una vez que no pudieron destruirlo con intrigas rusas, sexuales y fiscales.
–¿Usted sabe lo que quiero decir? –explica Carlson–. Han decidido, ambos partidos, que hay algo en Trump que es tan amenazante para ellos que simplemente no pueden aceptarlo.
Siempre, naturalmente, por una buena causa: ayer era Dios, y hoy es la Democracia, en la que creen lo mismo que en Dios. Si oyes invocarlos, apaga las luces y cierra las persianas.
Robert F. Kennedy, Jr. es un candidato incómodo: se opone a la guerra y cuestiona las nuevas vacunas. Un día tuiteó: “Desde el asesinato de mi padre en 1968, los candidatos a presidente cuentan con la protección del Servicio Secreto. Pero no yo”. Y el periodismo “pata negra” cayó sobre él como la niebla.
El candidato había solicitado la protección, pero el gobierno de Biden se la denegó con una triquiñuela de covachuelista: la protección es obligatoria “dentro de los 120 días de una elección presidencial general”. Pero Barack Obama, sin ir más lejos, “recibió” la protección del Servicio Secreto 551 días antes de la elección. Los medios compitieron por ver cuál de ellos se mostraba más progubernamental, y uno de ellos creyó ver en el tuit de Kennedy… “un silbato para perros nazi”.
En este manicomio, qué melancolía de Bob el Inglés (Richard Harris), el asesino de “Sin perdón”, que en el tren de Wyoming instruye a unos demócratas republicanos sobre lo difícil que se hace, por la majestad que irradia, disparar contra una reina, y lo simple que le parecía disparar a un presidente.
[Viernes, 8 de Septiembre]