domingo, 5 de abril de 2020

Goyo Benito, cuando el Madrid tenía bigotes

 
Benito sin bigote, perocon Cruyff


Hughes
Abc

En la foto previa al Real Madrid-Derby County, temporada 1975-1976, se percibe algo extraño. Algo chocante con el blanco brillante de las camisetas sin publicidad. Cinco jugadores llevan bigote: Miguel Ángel, Del Bosque, Amancio, Pirri y Goyo Benito. En Breitner apunta además una perilla. Algunos se quitarían ese bigote, alguno, como Benito, lo mantendrían siempre.

Era el partido de vuelta de una ronda de Copa de Europa. El rival parece ahora poca cosa, pero había sido entrenado por Brian Clough, el primer “Special One”. El Madrid venía de perder 4-1 en Inglaterra, con un arbitraje escandaloso del que, por supuesto, ni se ha escrito ni se ha hablado, pero había fe en el ambiente. En una pancarta en el Bernabéu se leía un inocente: “Ingleses, el 4-1 no es nada. Os meteremos cinco”. Y así fue. 5-1, en la que ha sido señalada como la primera remontada.

En ese equipo estaba el germen de lo que vendría después. Ahí ya estaba Camacho, como puente generacional, también Goyo Benito, que se fue del Madrid en 1982, cuando por la huelga de futbolistas debutó un tal Míchel.

Goyo Benito, “Hacha Brava”: 13 temporadas en el Madrid, once títulos, ocho operaciones, una laureada y un homenaje contra el Tottenham al que acudieron poco más de diez mil personas, quizás las que coreaban el “¡Benito, mata!” que ahora sería delito de odio.


Tenía que ser un equipo inglés el de la despedida. La carrera del central se desarrolló entre dos finales perdidas contra ingleses. En 1971, la de la Recopa contra el Chelsea; en 1981, la de Copa de Europa contra el Liverpool. Goyo Benito estuvo una vida en el Madrid y no levantó ningún trofeo europeo. Hizo historia a pesar de ello.

Benito llegó al primer equipo en 1969 tras una cesión en el Rayo Vallecano, un máster en contundencia y casticismo. Ese año 1969, los Beatles daban su último concierto. Se terminaba el Madrid ye-yé, por tanto, el campeón de Europa en el 66, y empezaba otra cosa. Led Zeppelin sacaban su primer disco; aquí se verían las primeras melenas, más rumberas que psicodélicas. Goyo Benito llegaba a un equipo en el que aún estaba Paco Gento y acabaría en el Madrid de los García, cuando la final de Copa entre Real Madrid y Castilla ya preludiaba la explosión canterana de La Quinta.

Su Madrid es el Madrid intermedio, la transición nacional de los valores, el de los setenta, entre el blanco y negro legendario de Di Stéfano y el cinemascope con movida de La Quinta. Los que metabolizan la grandeza de Di Stéfano en otra cosa, los que la transforman en una actitud.

Fue una década menor en el fútbol español, que se abre a los extranjeros en 1974. No por nada, en esos años se rueda “Las Ibéricas FC”. Era un fútbol autárquico aún, introvertido, nacional y patilludo, entre Escobar y el rock sinfónico, entre lo hippy y lo quinqui, la gesta y la españolada, a ratos Breitner, casi siempre Pirri. Huérfano definitivo en el 78, ya sin Bernabéu.

Al abrir las fronteras, al Madrid llegarían los dos alemanes; al Barça Cruyff, aunque el gran rival de la década para el Madrid fue el Atlético, una rivalidad que puede personalizarse en los dueños entre Gárate y Benito.

Del central se ha comentado mucho la dureza, pero recibió más puntos quirúrgicos que procuró. La mejor definición de su estilo la dio “Milonguita” Heredia en una entrevista en As: “Benito pegaba como un señor”.

Entonces pegaban hasta los delanteros y alguno iba con alfileres a las áreas. En el año 1969, cuando él llega al Madrid para jubilar a De Felipe, en América gana Estudiantes de la Plata de Zubeldia, equipo catedrático en ese “otro fútbol” que años después pediría Camacho; y en Europa el Milan aun podía con el Ajax. Ahí, justo ahí, cuando llega Benito, iba a cambiar el fútbol europeo, instaurándose el dominio holandés de Johan Cruyff, Rinus Michels y el fútbol total; después el del Bayern de Munich, con su poderío físico, su lirismo inexorable a lo Kraftwerk, sus superiores maneras industriales y socialdemócratas; y al final, por si no hubiera sido suficiente, el del mítico Liverpool. Con todos estos equipos, sorprendido por una modernidad que llegaba de otro sitio, se las vio el Madrid de Benito, un equipo sólido y técnico, que era igual con el Granada que con el Estrella Roja, y que empezaba en su poderío de lanzador de jabalina y acababa en el salto de Santillana, explosión, pues, con la clase de Velázquez en el interior y Amancio en el extremo. Lo justo para poder dominar aún el futbol nacional con 6 ligas y 5 copas durante las 13 temporadas en las que él jugó.

Hay algo poco conocido. Benito, “Hacha Brava”, fue esa década el segundo español en participaciones y partidos jugados en la Copa de Europa, sólo superado por Santillana. El Atlético perdió una final por el gol de Schwarzenbeck, pero el Madrid luchó con todos ellos: en el 73, semifinal con el Ajax de Cruyff, Rep o Krol; en el 76, semifinal con el Bayern de Muller, Rumenigge, Hoeness y Beckenbauer; y en el 81, la final contra el Liverpool de Bob Paisley. Antes, año 80, volvió a quedarse en semifinales con el Hamburgo en uno de los peores días en la carrera del defensa. El fútbol se había ido al norte de Europa, y el equipo del sur que siguió luchando fue el Madrid. Contra los nuevos gigantes, esa generación llegó más lejos de lo que llegaría la selección.

Ese equipo setentero de los cinco jugadores con bigote evolucionó poco a poco hacia el Madrid del 81, que tendría cinco jugadores llamados García. El Madrid setentero se quedó a las puertas de Europa, y aprendió a remontar como le pasaría después a La Quinta. Preparó al estadio para se vuelco emocional. Ofreció las primeras sensaciones, la expectativa. Pero, a diferencia del Buitre y sus compañeros, no hubo en ellos el trauma generacional de después (algo sí, quizás, en la fijación alemana de los fichajes). Había un valor enterizo y conforme en ese Madrid, humilde a su manera, que topó con el fútbol planetario de Cruyff y Beckenbauer, los del Mercado Común. Fue sepultado por esa modernidad y oscurecido luego por la de La Quinta. Desplazado, quedó en un limbo, poco recordado, aunque llenara el granero del Bernabéu de títulos nacionales.

Al año siguiente de retirarse Goyo Benito, 1983, el Madrid perdería cinco títulos en una sola temporada. Fue como inaugurar la debilidad, cierta fragilidad que tendría en su seno el equipo de Butragueño.

Quedaba Camacho, estaba Juanito, pero con Benito se fue algo más que un central, ahora es posible verlo. Se fue una psicología. El líder moral de un Madrid con bigotes, una leyenda sin Copas de Europa que todavía recuerdan los viejos. Dueño de un gen que alguien en el Bernabéu ya debería estar clonando.