Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Tenemos un coronavirus comunista en las calles, y en el gobierno, una dirección comunista. Esto, más que a deseos de Año Nuevo, suena a maldición de Cuelgamuros por remover muertos (hay que releer a Frazer). ¡La malaventura de Merry al gobierno en el Valle de los Caídos!
–Vamos a hacer un Arlington –dijeron entonces, con tono de chulos de zarzuela, los centristas, que siempre son los pluviales (pajaritos mondadientes) del cocodrilo.
El cocodrilo es Pablemos, que se toma el poder en lo que Sánchez, ese Tony Manero de Hughes, se tomaría el bacardí.
La última vez que los comunistas estuvieron en el gobierno, el tragaldabas de Prieto presumía que el comunismo nunca podría implantarse en España debido al individualismo de los españoles, que, como hemos visto, se reduce a chivarse en secreto del vecino de balcón. Pero era la forma que tenía Prieto de explicar, entre cochinillo y cochinillo que se metía al cinto en Casa Botín, el famoso párrafo de Tocqueville: “Cualquier esfuerzo general de una sociedad para hacer iguales a los ciudadanos, el orgullo individual siempre intentará escapar al rasero común y querrá formar una desigualdad de la que saque provecho”.
Carecemos de orgullo individual y, además, la desobediencia es el pecado capital de la religión comunista, y Pablemos ya ha lanzado su aviso a navegantes en la peluquería de Ferreras.
–¡Vivirán pero no pervertirán! –cerró Fidel su Congreso de Educación y Cultura del 71 contra el Desviacionismo (desviados eran los homosexuales, llamados “enfermos de patología social”), asunto que tocó Néstor Almendros en su “Conducta impropia”, por cuyo pase en “Tatuaje”, de TVE, dejó Calviño, el papá de Nadia, nuestra eminencia económica, sin programa a José-Miguel Ullán.
Para la situación invivible española sólo hay las dos soluciones que Cabrera Infante diera para la situación invivible cubana: “La esquizofrenia o la huida”.
Y olvídense de la Oposición: forma parte (y seguramente no lo sepa) del problema.