Irazusta, ¿Güerri?, Camus, India, Oñaederra y ANTIC
Pichi Alonso, ¿Insfran? Amorrortu, Arrúa y Juanjo
Francisco Javier Gómez Izquierdo
No sé hasta dónde vamos a llegar, pero los días acobardan una barbaridad con el repaso de nuestra particular historia del fútbol. La historia que cada uno hemos vivido. Ayer, Radomir Antic en la lista y otro “joééé” espontáneo por un tipo al que hemos seguido durante más de 40 años.
No sé hasta dónde vamos a llegar, pero los días acobardan una barbaridad con el repaso de nuestra particular historia del fútbol. La historia que cada uno hemos vivido. Ayer, Radomir Antic en la lista y otro “joééé” espontáneo por un tipo al que hemos seguido durante más de 40 años.
Antic llegó al Zaragoza cuando el Burgos languidecía con Arsenio en Primera y como nosotros éramos expertos en la calidad y rendimiento de los jugadores yugoslavos -Adzic, Katic y sobre todo Kresic nos habían hecho felices- ya de entrada nos caía bien cualquier futbolista balcánico. Lo trajo otro yugoslavo, Boskov, el míster que hablaba y planteaba los partidos sin conjugar los verbos. Buen equipo aquel del Zaragoza en el que acababan el Nino Arrúa y nuestro Juanjo y empezaban futbolistas que luego se hicieron entrenadores: Víctor Muñoz, Amorrortu, Pichi Alonso e incluso Valdano en alineaciones donde los titulares jugaban siempre. Antic hacía pareja con Camus, central brusco y de pegajosidad asfixiante. El área de La Romareda era una comisaría con poli bueno y poli malo. Camus era el malo, joven, extralimitado y tosco; Antic, el bueno, con su toque, su vista larga y su extraordinaria llegada resolutiva. Vino ya con edad pero no impidió que durara aún cuatro años jugando en Inglaterra.
La huella de Antic en el fútbol español queda marcada a hierro en los banquillos y sobre todos en el del Atlético de Madrid con ese doblete histórico de la era Gil que enloqueció de tal manera a la parroquia colchonera que lo han convertido en mito de una historia forjada a golpe de sentimiento. Curioso fue su insólito despido del Real Madrid por Ramón Mendoza en un ambiente envenenado por las rabietas de José María García contra un presidente al que intimidó acusando a los jugadores de la Quinta del Buitre -“las trillizas”, ¿recuerdan?- y tachando con crueldad los méritos de Antic por tener al equipo líder. Con la bendición del Butano llegó Benhakker para perder la liga en Tenerife.
Antic empezó la dirección técnica en el Zaragoza, su equipo, y tras el extraño caso de Madrid entrenó al Oviedo, donde es también admirado y querido. Después de alcanzar la gloria en el Atleti y sucumbir a la inquietud y las prisas de Jesús Gil lo llamó el Barça, donde cumplió con creces, pero salió elegido de presidente Laporta y dijo no al serbio y ahí empezó quizás cierta decadencia con un intento de salvar al Celta y el de reflotar una selección serbia problemática. Al final, dos o tres años en la China.
Durante toda su trayectoria en España dió muestras de un conocimiento del fútbol y los futbolistas fabuloso hasta el punto de sorprender con la contratación de un desconocido Pantic que ya es leyenda o la variante táctica de subir a Hierro al centro del campo que tantos goles diera al Real Madrid. Era tan enamorado como estudioso del fútbol y nos regalaba análisis que sólo estaban al alcance de su vista de lince.
He puesto que Antic me cayó bien nada más venir a España por mi inclinación a los futbolistas yugoslavos mediatizada por la experiencia en Burgos, pero en el gran año del Atlético de Madrid hubo un desplante muy feo en el Calderón que a mí me dolió casi como propio. Antic se negó a saludar a Kresic, quizás el jugador al que yo más he admirado y querido, entonces entrenador del Mérida y.. ¡qué quieren que les diga! ...no me gustó y empecé a mirarle con ese prejuicio que nos asalta irracionalmente sobre las personas tanto para bien como para mal. Me sentí solo porque entonces en Europa aún eran los buenos, los serbios.
Hoy, en su temprana muerte le pido que perdone si alguna vez tuve alguna palabra mala para con él y que tenga la seguridad que no me cabe más que admiración por sus formidables conocimientos futbolísticos técnicos y tácticos. Sólo queda despedirle con ese “brastszos” impronunciable que de broma hubo un tiempo se escuchaba por la radio.