Manson
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
A Karaka, asesino (“compromiso político”, en la neolengua 2019) de, entre otros, el magistrado Tomás y Valiente, le han puesto en su pueblo una muestra de pinturas hechas en la cárcel.
De este asesino quedaba “ese aire vago de adormecimiento bizco que da el haber gustado excesivamente de la sangre”, cosa que Eugenio d’Ors viera en Lenin, y en su pueblo lo que se pretende es que quede “el artista”, porque Karaka es… pintor, como Charles Manson (“Fucking hippies!”, en la de Tarantino), como Adolf Hitler…
–Me gustaba la diversidad del Mundo y un poco la bohemia, y de pronto vi claro que lo que yo deseaba era ser artista: pintor –le dice Hitler en Berlín al Caballero Audaz.
Bonifacio Alfonso, ogro donostiarra del abstracto español (vivió entre las calles del Trabuco en Cuenca y de la Cabeza en Madrid), tenía la “pena mora” de no saber por qué todos los alienistas ponían a sus locos… ¡a pintar!
–¡Que los pongan a dormir, como hago yo cuando estoy con resaca! Voy a la catedral (de Cuenca), me siento en un banco y con el frío se me pasa.
A Bonifacio le pilló el asesinato, en el 93, de Santamaría, empresario, a su lado, en una cena de Gaztelupe: salió corriendo hacia Madrid, se metió en la cama y así estuvo tres días. Solíamos hablar de ello porque yo guardaba el recuerdo del caos de las bombas de las estaciones en el 79, que me pilló en Atocha, y había tenido idéntica reacción.
–Tú sales de la mancha –decía Roberto Matta a Bonifacio–. Ése es el gran consejo de Leonardo. Por eso tus cuadros se tienen que mirar por todos los lados. Es como si en un Shakespeare todo el mundo hablara al mismo tiempo, porque todos tus personajes tienen la misma fuerza.
¿Qué dirán de los “monos” de Karaka los etnógrafos? En los bisontes de Lascaux vieron invocaciones para sacar la fuerza bruta y opaca de lo no-humano y someterla a la luminosa emboscada de la representación y comprensión (Steiner). Pero un americano dice ahora que no eran sino un “hobby” de señoras aburridas en la cueva.