domingo, 6 de octubre de 2019

Feria de Otoño. Palette & Moore. Todas las "ferrerías" de la encerrona de Ferrera. Un torero y un sobresaliente

[Segunda edición ]

En lo suerficial, variedad; en lo fundamental, ayuno

Crónica de Jean Palette

Fotos de Andrew Moore


El toro es el único que puede ponerme vetos
Antonio Ferrera


Ferrería de la muerte oscura


Jean Juan Palett-Cazajus

Usada en el ámbito taurino “sobresaliente” es una de las palabras más contradictorias, paradójicas y engañosas de la noble lengua española. El llamado “sobresaliente de espada” no es precisamente el torero que sobresale entre todos por sus méritos artísticos y profesionales, sino un pobre diablo teóricamente encargado de suplir al torero que se dispone a lidiar seis toros si éste es víctima de un percance. Como mucho se le concede algún quite, zarrapastroso y atropellado, y va rezando durante toda la corrida para que no le pase “ná” a su torero. En cierta ocasión, con motivo de una corrida en Pontevedra, Rafael Alberti desfiló vestido de plata, pinturero él y airosamente liado el capotillo, con la cuadrilla de Ignacio Sánchez Mejías. Deshecho el paseíllo, el poeta se coló en un burladero desde el cual se las prometía muy felices viendo a buen recaudo la corrida. Pero resulta que los espectadores próximos al burladero empezaron a reclamar: “¡Que salga el rubio, que toree el rubio!”. El autor de “Entre el clavel y la espada” se vio entre la espada y la pared y huyó vergonzosamente hacia la fonda bajo la mayor bronca que jamás recibiese la lírica.

Hoy el sobresaliente soy yo. Ya habrá entendido el lector en qué acepción de la palabra. Ya quisiera yo poder escaquearme hacia la fonda. Que sea lo que Dios quiera.


Este sábado Antonio Ferrera se enfrentaba a seis toros. Es un reto habitual en la historia taurina pero un tipo de machada que siempre me ha parecido absurda, innecesaria y con resultados casi siempre frustrantes. Los dos toros habituales, si lo son de verdad, bastan para probar al más pintado. Lo demás suele ser destajo e innecesario populismo. En fin, veremos lo que la tarde da de sí.
 

La abrió un toro de Alcurrucén, bien presentado, entipado en Nuñez. Lo recibe Ferrera a la verónica con bastante desconfianza. Pelea anodina en el caballo. Una buena chicuelina cadenciosa y omnipresencia del torero para colocar  al toro en suerte siempre con el prurito de cuidar el detalle estético. El bicho se queda parado en banderillas y cocea. Ferrera consigue arrancarle dos tandas de derechazos de correcta factura y dudosa colocación. El diestro lo intenta con la zurda pero el morlaco “canta” definivamente. Al final fue suficiente un mal pinchazo.
 

Entre toro y toro, mi vecina de localidad, eminente especialista de la historia del traje y más particulamente del traje de luces, me comunica que la parte superior y las hombreras del albo hábito de Ferrera vienen decoradas con inusuales mariposas.

El segundo toro era de Parladé-Domecq, grandote, desgarbado y escurrido. Otra mediocre pelea con los jacos pero que propició un gran quite de Ferrera por sofisticados y hermosos afarolados.También tuvo tiempo el torero para media verónica que si no llegó a  parar el reloj, lo retrasó unos segundos. Excelente par de José Antonio Carretero. Buen inicio de faena con la zocata. Hay cadencia y desmayo pero falta la verdad, la de la colocación. Luego viene un poco de todo, dos tandas con la derecha con cierta pulcritud, una tanda al natural, correcta bien rematada. Y un rosario de cositas sueltas. “Ferrerías” dice “El Bombero”.  De pronto, al final, un gran natural fundido con un eterno y ceñido pase de pecho, ambos rematados por un ocurrente y estupendo molinete. Fue cuestión de segundos pero también de altura. Ferrera se perfila y entra con rectitud. Pero pincha dos veces antes de cobrar una estocada pelín delantera.


El tercero era de Adolfo Martín. Se esperaba la alimaña del día. Salió una cosita muy en el tipo de la ganadería, con trote y cara ratoneras pero que pregonaban una insignificancia malévola. Como se podía esperar del típico cárdeno, no era bicho para florituras. Ferrera dio una lección de lidia a base de delantales artesanales medidos al milímetro y administrados con el orgullo del menestral que no solamente practica su oficio sino que gusta de lucir orgulloso sus recursos técnicos y su competencia. Algunos se lo protestaron convencidos de que la escasa aparatosidad del ejemplar adolfino no justificaba tal despliegue. Un par gigantesco del gran Fernando Sánchez vino a demostrarles que cualquier precaución era poca con el animalito. Esperó alevosamente en banderillas como es muy habitual en su casta. Fernando le dejó todas las ventajas, salió al encuentro, provocó la embestida, reunió en la cara y clavó arriba en el mismo momento del cabezazo. Toda la plaza en pie menos servidor que tomaba apuntes. Momentos antes, con la “acorazada de montar”, nada reseñable por parte del toro pero sí la exquisitez y la originalidad de otro quite de Ferrera que me siento incapaz de nombrar, un surtido donde entraba una libra de afarolados, cuarto y mitad de gaoneras, saltilleras, tapatías más algún lance de frente por detrás para rematar el kilo. ¿Qué sé yo? Y además un remate con muy digna media verónica. Con la muleta, lo que se podía esperar. Ferrera le arrancó al Adolfito un natural decente. Le quiso instrumentar un segundo temerariamente desmayado y acabó con el pitón del animalito parado en la pechera. A partir de entonces dio otra lección tan artesanal como redicha y sofisticada de cómo se trastea un toro sin violentar la postura. Metisaca y estocada caída.


Para entonces empezamos a darnos cuenta de dos cosas: Primero que Ferrera es un hiperactivo. Lo hizo todo con una actividad desbordante. Quitando lo de poner banderillas, las cuadrillas estuvieron, como quien dice, mano sobre mano. En segundo lugar ni nos habíamos dado cuenta de que lo estábamos pasando estupendamente. A estas alturas el torero no ha llegado siquiera a saludar desde el tercio pero todo resulta entretenido, novedoso, con muy buen gusto.
 

Salió el cuarto de Victoriano del Río. Grandón, cornidelantero, corretón. Nada reseñable con el capote, capítulo éste, el de los lances de recibo sin duda el más insatisfactorio de la tarde. En la primera vara el Victoriano derriba aparatosamente. Pronto se le bajan los humos y la suerte de varas transcurre bajo mínimos. El toro resulta complicado en banderillas y persigue, augurando movilidad en la muleta. De hecho Ferrera lo cita desde el platillo consiguiendo una larguísima arrancada. Luego la embestida se vuelve intermitente y descompuesta. Son varias tandas de derechazos con cierta calidad. La segunda luce templanza y demorada lentitud. Luego hay una serie de medios derechazos erguidos y atrincherados. Todo con buen sabor de boca. Típica faena que no fue pero pudo ser. Al final estocada casi entera ¡recibiendo! Algo delantera pero con firmeza y calidad de ejecución.  La plaza agradece la proeza. Pero el toro no dobla y siguen cinco descabellos.

El quinto de la tarde, de Domingo Hernández luce aparatosa cornamenta que tapa una clamorosa falta de trapío. Una vez más desconfianza e inhibición en los lances de recibo. Afortunadamente la suerte de varas, ella también cutrilla e inexistente, en este toro como a lo largo de toda la tarde, brindó a Ferrera la ocasión de un quite etéreo por mariposas, ejecutadas de frente por detrás. Mi vecina quiso ver en ellas los manes redivivos de Marcial Lalanda. En banderillas el toro apretó y mostró su puntito de casta. El principio de la faena se le puso complicado a Ferrera, incómodo ante un toro que empezó gazapeando, sin entregarse y dando la sensación de que podía con el torero. Luego la cosa cambió con la plasticidad de una gran tanda de derechazos serenos, acompasados, templados, ejecutados desde un sitio sin duda mejorable pero no cabe duda de que el aparatoso armamento ofensivo del morlaco imponía su propia geografía de los terrenos. Perfilado el diestro para matar, se veía claramente que  cabían más de dos Ferrera entre pitón y pitón. La estocada, algo traserilla, fue honrada en su ejecución, como todas las de la tarde, pero en este caso particularmente valiente y meritoria. Hubo fuerte petición y oreja.


Con la oreja había subido notablemente la temperatura de la plaza y el clima se había vuelto eufórico. Ferrera fue a recibir el sexto, otro Victoriano del Río grandullón, a puerta gayola. Luego siguieron unos lances tan improbables como innombrables, una serie de espectaculares capotazos giratorios que recordaban las aspas de un helicóptero. Llegó otro gran par muy ovacionado de Fernando Sánchez. A punto de producirse un percance, salió Ferrera al quite llevándose con limpieza y autoridad el toro cosido a la toalla blanca de secarse el sudor. Empalmando inmediatamente el torero con un par de banderillas de regalo clavadas espectacular y arriesgadamente en un gran quiebro. La gente ya se lo pasaba de cine. La faena empezó con una ligada tanda de derechazos rodillas en tierra. Una segunda tanda ya de pie tuvo gran calidad pero lo mejor fueron las siguientes dos series de naturales, templadas, modeladas en redondo por el amplio vuelo de la muleta que traía acompasada la embestida del toro. Dos tandas que parecían respirar hondamente con la ideal temperatura de la tarde. Al final media estocada que requirió descabello.


Total una estupenda tarde de toros donde la vergüenza torera, la incansable brega de Antonio Ferrera, su inteligencia y sinceridad se impusieron a la mediocridad del ganado. No llegamos a visitar las cumbres de lo sublime, ni lo permitía la ausencia del toro ni es, sin duda, el estilo de este torero. Pero creo que hubo grandes momentos, En todo caso toda la tarde estuvo empapada de buen gusto. Tal vez la expresión no resulte muy torera pero la tarde de ayer sí que lo fue.


PD.- Pd. En el tercer toro, el de Adolfo, no precisamente el más indicado a no ser por la escasez de alzada, salió, goyesco él, un garrochista. .A punto estaba de olvidarme de su dignidad histórica muy a tono con el espíritu de la tarde.

Ferrería de la huida

Antonio Ferreras Ferrerías

Ferrería del sueño al aire libre

Ferrería del amor imprevisto

 Ferrería de la rosa

Guernica

 Casida del llanto

Gacela de la terrible presencia

Ferrería del amor que no se deja ver

 Ferrería de la raíz amarga

 Ferrería de la mujer tendida

 Ferrería del mercado matutino

 Ferrería del herido por el agua

 Ferrería de la muchacha dorada

 Ferrería del amor con cien años

 Ferrería de las palomas oscuras

 Ferrería del amor desesprado

Ferrería de la rosa

[FIN]