Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Nos han birlado el Clásico por el malentendido de un presidente, Pedro Sánchez, con el vocabulario. Le ordenaron con discreción la Exhumación, y él entendió hacer la Exhumación con discreción, entendiendo por tal un agit-prop pasado por Cecil B. de Mille. Después de todo, hablamos de un jefe de gobierno cuyos miembros han acreditado su dificultad para conjugar el verbo “prever” (incluidos Marlaska, que fue juez, y Guirao, o Guirado, que fue gestor cultural de la Derecha en Madrid), y que accedió a La Moncloa con la promesa de acabar con la corrupción… “preveyéndola”.
Si la Exhumación cae en 24 y el Clásico en 26, el 25 ya nadie habla de Franco, sino de Messi y Lucas Vázquez. ¿Y tanto incienso para eso? Conclusión: se quita el Clásico y se pone en Navidad, con la única protesta (aquí no se mueve ni El Tato) del chino facha que retrató Hughes.
–Así que los que quieran decir algo inconveniente, ya saben el camino. Ser chino.
El Clásico, pues, no se ha suspendido por seguridad. Salvo que para entonces aquello sea ya un Estado independiente, ¿qué seguridad va a haber en Barcelona el 18 que no hubiera el 26? El Clásico se ha suspendido como por luto. Un luto de performance (poco salmantino, si quieren), pero luto al fin y al cabo. La noche que Franco murió de veras, estaba anunciado un especial musical de Julio Iglesias, se interrumpió la programación, apareció Pilar Cañada y dijo que, donde decía Musical Iglesias, había que decir “Objetivo Birmania” (la película de Raoul Walsh, no el grupo de las Birmettes en la Movida). Y después, la vacación escolar y el luto.
En la sociedad de masas que vivimos, ¿cabe luto mayor que la suspensión del Clásico? Bueno, pues lo han suspendido, y Santas Pascuas, con la señal de TV del mundo puesta en el roquedal de Cuelgamuros, que diría Félix Rodríguez de la Fuente, en lugar del Campo Nuevo con sus enormes estanterías de culés reclamando la secesión para Cataluña y la segunda tarjeta para Ramos.
El sanchismo mueve muertos y fechas ligueras en nombre de la Discreción, que al final se ha reducido a dos discreciones. Una, la del jefe del Patrimonio, Pérez de Armiñán, que, metido bajo el ala de ángel de Juan de Ávalos, se ha cuidado de no salir en fotos, siendo el hombre de la fibra óptica (¡el wifi!) en el Guadarrama krausista para que el mundo entero pudiera seguir un acontecimiento que no interesaba a nadie. Y la otra, la del piloto encargado de subir a Franco al cielo (“Otra vez como en sueños este rincón de España”, escribió Panero en esta sierra), que se fue al otro lado del “Puma” para evitar el saludo militar, que ya decía Palmares, un personaje de Pemán que viene a ser una caricatura del as de la Aviación Ramón Franco, que “la Aviación española es muy izquierdista”, y por ser de izquierdas entendía Palmares “acostarse y levantarse tarde, no aplaudir en los toros cuando entraba el rey, opinar que las tierras destinadas a los toros bravos sirven para criar naranjos, decir que el problema de España es ‘un problema de cultura’, etcétera”.
Hombre, ya que se nos privaba del duelo Messi-Hazard en el Campo Nuevo, uno esperaba que para esa toma tan Coppola (“Apocalypse Now”) del helicóptero sobreponiéndose a la Cruz de Cuelgamuros hubieran tirado de Pedro Duque, el Gagarin del sanchismo.
–Por favor, informen al Partido… –dijo Gagarin al bajarse del “Vostok”, que es lo mismo que hubiera dicho el otro día Duque al hacer pie en Mingorrubio.
Y Jruschev, el del zapato soviético en la Onu, en un pleno del Comité Central, diría luego: “Gagarin voló al espacio, pero no vio ningún Dios allí”.
“Duque sube a Franco al cielo y ahí queda eso” es un titular que mediáticamente compensaría la cacicada cojonudista de dejarnos sin Clásico.
Futbolísticamente, tampoco es lo mismo un Clásico el 26 de octubre que un Clásico el 18 de Diciembre, y supone una alteración grave de la competición. Este Madrid de Zidane anda menos que un bote a patadas, y cuando anda, lo hace, según ya es admitido por todos, por la amenaza de que viene Mourinho. Visto así, ese vestuario sería una versión del “Benito Cereno” de Melville.
–Hola. Me llamo Cereno. Benito Cereno, capitán del “Santo Domingo”.
Melville publica en 1855 el cuento del capitán de un galeón español que transporta esclavos negros de Valparaíso a Callao. Los esclavos, liderados por Babo, se amotinan y ponen ruta a Senegal. Se cruzan con un barco americano al mando del capitán Delano, que aborda al galeón. Babo ordena a Cereno fingir que sigue al mando. Cereno obedece, pero mezcla frases y comportamientos extraños, que entienden todos menos Delano, con lo que al capitán español no le queda otro modo de liberación que arrojarse al agua.
Por discreción, no pondremos nombres de futbolistas a los marineros.
CARNE Y PESCADO
Klopp sigue sin ganar en Old Trafford, el campo probablemente donde, visto lo visto, mejor trabajo hizo Mourinho, quien conserva así el récord de victorias consecutivas en la Premier que tuvo al alcance el alemán y no lo logró, culpando al United… ¡de defenderse! “A Klopp no le gusta el menú. Le gusta la carne y tuvo pescado, así que no está contento. Y yo estoy feliz porque el récord sigue siendo mío”. Parece una discusión escolástica, escuchada desde este Madrid de Zidane que, en efecto, no termina de ser ni carne ni pescado.