Ignacio Ruiz Quintano
Abc
A burro muerto, cebada al rabo.
Ahora que a la presidencia de la Generalidad catalana ha llegado un racista pompeyano (de Pompeyo Gener), algunos comienzan a sospechar que el 155 sea el estoque de madera (el de verdad sería el 116).
Al final, Rajoy va a pasar a la historia de la partidocracia como Manolete a la de la tauromaquia.
Manolete, según Pemán, tuvo poca suerte en su herencia. Lo que se llevó con él fue magnífico. Lo que dejó tras él, no tanto: dejó el torear mirando al público, un recurso implorante frente a la injusticia; dejó la “manoletina”, concesión poco consistente; y dejó el estoque de madera, producto de una temporada en que le dolía la muñeca.
–La corruptela introducía en el toreo un injerto de juguetería: en realidad, lo deseable para el torero sería que también el toro fuera de madera.
El marianismo introdujo en el Konsenso soberano el estoque de madera del 155: que no sea un palo o una caña, sino un estoque con empuñadora de bayeta roja y su hoja de purpurina de plata, es para Pemán el homenaje conmovedor que la mentira rinde a la verdad, sin que un solo estudiante de Derecho (de los licenciados no lo vamos a esperar) levante una ceja para protestar.
El 155 que autoriza a “dar instrucciones” al racista pompeyano que ahora ocupa la presidencia de la Generalidad catalana es una burda imitación del 48 de Weimar, que autorizaba al presidente a usar la fuerza contra los Länder recalcitrantes o en rebeldía y cuando “el orden y la seguridad públicos estén alterados o amenazados”, artículo que, como es natural en una nación de juristas, prescribía que todos sus pormenores “serán regulados por una ley del Reich”.
En España, con el alguacilillo del Senado paseando por el callejón el cartel de “Previo examen facultativo, todos los matadores (¡el consenso!) han sido autorizados para usar estoques de madera”, Rivera pide alargar hasta que San Juan baje el dedo este toreo de estado de excepción con el injerto de juguetería del 155.