Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En vez de exigir a los Castro Brothers, su modelo cubano, el ejemplo, siquiera testimonial, de unos dirigentes negros, la progresía carpetovetónica propone resolver un caso de racismo futbolero con una comida de plátanos en solidaridad con Alves, el futbolista brasileño del Barcelona que recibió un platanazo en el campo del Villarreal.
–Un plátano, ¡y a la ducha! –era, por cierto, la consigna de Clemente en la Selección de Zubizarreta, un portero caucásico de Vitoria.
¿Qué es un plátano?
Fray Tomás de la Torre, relator del viaje de los dominicos en el barco que lleva a Chiapas al obispo Las Casas, al hacer balance de los frutos de la tierra que les ofrecen en Santo Domingo, donde primeramente tocan, dice que los plátanos son “una gentil fruta cruda y asada y en cazuela y guisada y como quiera”.
Los marineros tratan a los frailes “como a negros”, echados por los suelos, pisados muchas veces, no los hábitos, sino las barbas y las bocas, “sin que nos tuvieran reverencia ninguna, por ser todos frailes”.
–¡Frailes acá!, ¡frailes acullá!, y nos hacían venir como a negros debajo de cubierta e ir almacenados contra donde hendía el navío, por lastre de él. Veníamos con esto y con las dolencias y mareamiento, tan molidos y podridos y fatigados, que no lo sé ni sabré decir –refiere fray Tomás.
Con lo que se trata de decir que, si una golondrina no hace verano, un tonto que en el fútbol tira un plátano no hace “apartheid”, como la banalización mediática invita a pensar.
Culturalmente, España es clasista (inmisericorde con los pobres como los marineros con los frailes), pero no racista, “ismo” propio de otros pueblos, que todos conocemos. Lope de Vega saca en su auto sacramental a Cristo y la Virgen en figura de indios chilenos, y Ercilla pone de protagonista de su Araucana al jefe indio en lugar del capitán español.
“Español” no es una raza, sino una nacionalidad (hoy, eso sí, en trance chestertoniano de derrota).