Abc
Amigos del Atlético me han dado la Pascua con el cuento del descanso. Por qué ellos tienen que jugar en Viernes Santo (Villar es tan simple que ni siquiera es supersticioso, pero allá él con esa fecha) antes de vérselas con Mou, si los del Madrid descansan antes de vérselas con Pep, el bávaro de Sampedor.
Lo del descanso, en efecto, es una manera de dar importancia a Pep, cuyo Bayern es un cuello de gallina: de lejos parece carne, pero de cerca no es más que un hueso. Como el Barça.
Cuando el Atlético sin Diego Costa eliminó de Europa al Barça, se habló de gesta, pero viendo al Barça en la final de la Copa del Rey la proeza atlética fue a menos en el recuerdo, a la espera de lo que pase con el Chelsea de Mourinho, que es un león sin dientes, pues Eto’o es un implante viejo, y Torres, apenas una funda. Vuelve Diego Costa, que en Getafe se me desinfló como “bad boy”: por muy poca piel que un hombre tenga en la tibia (explicación que dio Cañizares en la TV), esos alaridos por un golpe en la espinilla no son de recibo, y si yo viera a un torero hacer eso en un ruedo no volvería a los toros.
Lo que Atlético y Madrid han demostrado en ocho días es que el mejor jugador del Barça era Víctor Valdés, porque Pinto no es un portero: en ese puesto, para llevar las pintas de Pinto, hay que hacer los escorpiones de Higuita, que se adelantaba un metro en los penaltis y fingía lesiones para enfriar el acoso enemigo.
–No jugaste como los dioses, pero los desafiaste: ésa es tu grandeza –escribió Alberto Salcedo Ramos de René, que prefirió la portería al bandidaje, siendo puesto de baja estimación social.
Por Salcedo Ramos, precisamente, sabemos de la imprecación que La Ñaña dirigió a su portero:
––Usted no tapa nada, mijito, usted no es muralla, sino Mireya.
La Ñaña es el fundador de Las Regias, equipo colombiano de travestis creado en el 92 para recaudar fondos de ayuda a la causa gay de Cali: “¿Sabe qué, papá? Escriba que todos los jugadores de Las Regias somos gays, pero eso sí: aquí no hay maricas ni locas, porque marica es el que le presta plata a otro y loca es la que anda sucia por las calles tirándole piedras a la gente.”
De hecho, la única mancha en el gol homérico de Bale es Pinto, sustituto del mejor futbolista culé, Valdés, aparte Messi, víctima, ahora, de la angustia de Getsemaní ante el Mundial, coincidiendo con el abandono de los suyos (esos bajitos que se han hecho viejunos: se tiran igual que siempre, pero ya no se levantan), en contraste con Bale, que es un “thriller” de “Carros de fuego”, y hasta Florentino Pérez (Flóper) silba por Vangelis viéndolo correr la banda.
Sólo por el empeño personal que puso en conseguirlo, Flóper se merece el triplete con tres goles victoriosos de Bale, que ya lleva uno. La leyenda pide otra “cascorrada” de Bale, como la de Valencia, en Lisboa, que supondría la Décima, más la Liga en un último minuto loco, loco, loco, ¡una Liga MTV!, con Bale y su cara de Beavis (“¡meter, meter!”), y el Mundial, entonces, como si se lo regalan a Neymar da Silva Santos Júnior, por cierto, otro cuello de gallina.
REFUTACIÓN DE BALE
En Inglaterra retaron al doctor Johnson a refutar la teoría del obispo Berkeley, que negaba la existencia de la materia. Y el doctor, pegando una patada a una piedra, exclamó: “¡Así la refuto!” El gol de Bale en Valencia fue la refutación, a lo doctor Johnson, de la protusión que vendió el “Marca”. Dice Gento que él hizo unas cuantas veces ese gol, pero el lío es hacerlo en una final donde Bale fue un Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro, tan caro a los españoles, por su individualismo, que tuvo el arrojo de prender fuego él solo al bohío desde el que los insurrectos cubanos copaban a los españoles. Gento ignora la máxima de Bear Grylls: “Nunca gastes más energía en la caza de un animal que la que te proporcione al comerlo”. En una final, Gento. Tanta energía sólo vale la pena en una final.
En Inglaterra retaron al doctor Johnson a refutar la teoría del obispo Berkeley, que negaba la existencia de la materia. Y el doctor, pegando una patada a una piedra, exclamó: “¡Así la refuto!” El gol de Bale en Valencia fue la refutación, a lo doctor Johnson, de la protusión que vendió el “Marca”. Dice Gento que él hizo unas cuantas veces ese gol, pero el lío es hacerlo en una final donde Bale fue un Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro, tan caro a los españoles, por su individualismo, que tuvo el arrojo de prender fuego él solo al bohío desde el que los insurrectos cubanos copaban a los españoles. Gento ignora la máxima de Bear Grylls: “Nunca gastes más energía en la caza de un animal que la que te proporcione al comerlo”. En una final, Gento. Tanta energía sólo vale la pena en una final.