Trincheras del Jarama
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los modernos la tienen por la Biblia del pensamiento, pero no conviene exagerar: a mí "Time" me parece un “Mensajero del Corazón de Jesús” para agnósticos (los que creen que Jesús es Obama), y la prueba es que nombra a Beyoncé como personalidad más influyente del mundo.
No conozco mucho el mundo, pero en España, hoy, más influyente que Beyoncé debería ser Beckembauer, que ha criticado públicamente el guardiolismo, cuyos comisarios políticos pasan lista.
Hughes vio en el tiquitaca del Bayern en el Bernabéu un triángulo reproduciéndose: un fractal, un chute lisérgico de triangulaciones que nacían una de la otra. Para disfrutar con eso, hay que fumarse un canuto, y Beckembauer es un setentero elegante (¡la única elegancia de los 70!) que se resiste a ir al fútbol como el que va a una “rave”.
–Jugando a eso, no vamos a ninguna parte –dijo Beckembauer en Madrid.
Y, diciéndolo, tembló el universo de la cultura socialdemócrata, pero obró como un hombre libre, en el sentido más ambicioso del término, que es el acuñado por José Martí: la libertad como el derecho de todo hombre a ser honrado, o sea, a decir lo que se piensa sin que decirlo te cueste la caída del pelo.
–Se le pone a uno cara de oveja –le dije la otra noche a un compañero de redada en un control de alcoholemia en la autovía de Valencia.
–Lo hacen por nuestro bien –me contestó.
Y me acordé de mi amigo Melquiades Hidalgo, campeón del mundo de esquileo, que siempre ha sostenido la superioridad intelectual de la oveja sobre el hombre moderno.
¿Qué formación política tiene un ser que ve bien que un hombre libre que circula por la carretera sea desviado y retenido por el Estado durante una hora y media de atasco sólo “por si acaso”? Y si (por nuestro bien) se registra una autovía coche por coche en busca de copas, ¿qué pudor impide registrar un barrio casa por casa en busca de armas?
Bendito Beckembauer, que puede decir todo lo que quiera, y lo dice. Ahora, a ver si le dura el pelo.