Plácido, a lo suyo
Hughes
Acabo de ver la celebración de la liga madridista. El sarao a destiempo que se organiza por la torpeza publicitaria de la federación o de la liga, ya no sé, que no quieren entregar el trofeo o una réplica del trofeo en el momento en que se consigue, como sucede en todos los campeonatos deportivos del mundo.
La liga española de fútbol ha de ser la única competición en que se gana y el ganador ha de esperar por el trofeo.
La liga española de fútbol ha de ser la única competición en que se gana y el ganador ha de esperar por el trofeo.
Una aficionada
En la celebración, que he visto a ratos y hasta que Granero ha mandado llamar a Óscar Ribot -de nuevo el periodismo adquiriendo todo el protagonismo-, ha destacado, sobre todas las cosas, sobre todos los pequeños detalles que el maurinhismo exagerará, el abrazo de Florentino. También, por qué no decirlo, la frialdad tan ajena de estos portugueses y brasileños del Madrid. Cristiano es frío, Pepe es un excéntrico infantil y Marcelo un jackass. Tienen su broma, su fiesta, pero no nos llegan. El único que llega al madridismo cuando agarra el micrófono es Íker, el ungido de Móstoles. También Ramos, que ya nos ha amenazado: Quieran o no me voy a quedar muchos años, haciendo un raulismo en plena cara al Madrid completo.
Habrá cantado Plácido, habrá sido todo blanco -esa blancura de hueso y de fantasma de la luz en el estadio nocturno sobre las miles de camisetas madridistas-, y luego proseguirá el rito al que se incorpora, del Mundial, el rollo del futbolista como entertainer o como se diga, imitando todos al portero Reina.
Mou entre niños
Pero a mí lo que me ha llamado la atención, lo que quería advertir, ha sido el abrazo que uno por uno ha ido dando Florentino a los muchachos. Abrazo de Padre, abrazo rodeando perfectamente al futbolista, a veces acompañado de un simpático tirón de carrillo. Un abrazo tan distinto del que ilustra la foto con Rossell, que eso era un abrazo de otro signo. Abrazo completo, rodeador, abarcador, de padre, de pastor, que nos abraza a todo el madridismo. En las recogidas de trofeo eran normales los apretones de manos y algún abrazo arrebatado, pero no ese perfecto abrazo idéntico repartido uno por uno para cada futbolista.
Yo me he sentido abrazado también, muy confortado, por este paternalismo de Florentino, que si Cristiano recupera cosas y números de Di Stéfano, el Presidente está recordando cosas de Don Santiago.
Ese abrazo de padre queda ya para las futuras celebraciones, como una obligación afectuosa de los futuros presidentes, que habrán de ser como padres de una gran familia.
Campeones de la Liga de todas las Ligas
Cien Puntos