Arrodillados (unos más que otros) ante Alaska en el ABC de Serrano
De izquierda a derecha, en pie:
Loles León, Jorge Berlanga, Emma Suárez, Castelo (que pasaba por allí),
Ruiz Quintano, Joaquín Albaicín,
Beatriz Cortázar, Rossy de Palma y Mena, el único genio de la reunión;
agachados: Guillermo Fésser y Javier de Juan
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De izquierda a derecha, en pie:
Loles León, Jorge Berlanga, Emma Suárez, Castelo (que pasaba por allí),
Ruiz Quintano, Joaquín Albaicín,
Beatriz Cortázar, Rossy de Palma y Mena, el único genio de la reunión;
agachados: Guillermo Fésser y Javier de Juan
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Pedro Ampudia
Acabamos el domingo con la muerte de Fraga y amaneció el lunes con Alaska en la portada de Interviu. Metáforas de una España que muere y otra que quiere nacer, pero a la que no le dejan. Incapacitado Suárez, Fraga era el eslabón último de la cadena que unía la derecha española actual con el tardofranquismo. Con el franquismo ortodoxo no había cadena ni nexo de unión desde el "gironazo"; como mucho Cebrián, que ha seguido estructurando lo suyo en escuadras y centurias y becarios que actúan de flechas y pelayos. Fraga se decidió a cambiar camisas azules y boinas "colorás" por polos de Lacoste y zapatos Castellano y hasta Carmina Ordóñez cambió la compañía de Blas Piñar por el Chuli, el Cabra y el Pai. Los que se quejan del mal carácter de Don Manuel no conocieron a los profesores de mi colegio ni a los monitores de las colonias de la Caja de Ahorros Popular. Fraga, sobre todo, fue un hombre equivocado de su tiempo que siempre llegaba a todo demasiado pronto. Se salió del franquismo antes que nadie y le mandaron de embajador a Londres a ver si se perdía entre la niebla. Cuando se sintió abandonado por el Estado regresó al terruño y le vimos llorar como a un niño mientras los mil gaiteros entonaban la Rianxeira. Como ahora que se ha muerto no son capaces de encontrarle un Paracuellos le sacan un Grimau y un Montejurra para desasosiego de Bremaneur en el frío de Berlín. Cuando Fraga estaba ya en la senda del conservadurismo democrático, Carrillo recibía aun las lisonjas de Ceaucescu y andaba enredado en eso del euro-comunismo que para Giménez-Caballero era una actualización de su fascismo añorado.
Alaska es esa tercera España que desprecian por igual los sectarios de un lado y del otro. Una Pitita Ridruejo con tatuajes y silicona que lo mismo desayuna con Almodóvar que cena con Federico Jiménez Losantos sin que ni uno ni otro le reprochen nada. Pensábamos que de aquella movida madrileña instrumentalizada ya no podíamos esperar nada, pero Olvido, Nacho y, hasta que se fue, Berlanga, han constituido una opción diferente, libre y verdadera, de entender España . En el vértice catalán de aquella movida están Loquillo y Sabino cantándole las verdades del barquero al nacionalismo aldeano que convirtió la postmoderna Barcelona en un pueblo grande de la Cerdanya sin trintxat y sin mar i muntayna.
Yo conocí a Olvido en aquella travesía del desierto entre Dinarama y Fangoria cuando fue a pinchar a El Refugio y le tuvimos que poner dos cajas de coca-cola y una tabla para que llegara a los platos. Aquella mujer que ya era leyenda de botes de Colón, perlas ensangrentadas y mañanas de sábado resultó de una educación y cercanía que nos dejó helados. Hemos conocido tantos tontos que la normalidad nos parece un milagro. Años después, ya con Canut, fue a tocar al efímero Sfera de Zaratán y me los llevé a cenar a un restaurante del centro comercial y contestaban a mis preguntas de fan con una sonrisa en los labios aunque se dieron cuenta de que a mí, más que su música, me arrastraba su actitud de ácratas de derechas.
Alaska es el punk donde ya no existe el punk, el acid cuando ya no existe el acid y el house ahora que David Guetta ha asesinado el house. Ella es la incorrección política contra la que nadie osa arremeter porque en su biografía la libertad ocupa todos los capítulos y no hay episodio alguno sospechoso ni vergonzante. Ahora nos enseña las tetas -y al que no le guste que no mire- después de enseñarnos la vida en la MTV con ese Mario Vaquerizo que se mueve entre lo surrealista y lo naif como un niño en Cadaqués.
Fraga y Carrillo son la España que se fue y nunca debió ser y Alaska es la España que esperamos y que no acaba de llegar. La tercera España que en vez de helarnos el corazón nos llevaría a una rave.
En La Vida por Delante
Acabamos el domingo con la muerte de Fraga y amaneció el lunes con Alaska en la portada de Interviu. Metáforas de una España que muere y otra que quiere nacer, pero a la que no le dejan. Incapacitado Suárez, Fraga era el eslabón último de la cadena que unía la derecha española actual con el tardofranquismo. Con el franquismo ortodoxo no había cadena ni nexo de unión desde el "gironazo"; como mucho Cebrián, que ha seguido estructurando lo suyo en escuadras y centurias y becarios que actúan de flechas y pelayos. Fraga se decidió a cambiar camisas azules y boinas "colorás" por polos de Lacoste y zapatos Castellano y hasta Carmina Ordóñez cambió la compañía de Blas Piñar por el Chuli, el Cabra y el Pai. Los que se quejan del mal carácter de Don Manuel no conocieron a los profesores de mi colegio ni a los monitores de las colonias de la Caja de Ahorros Popular. Fraga, sobre todo, fue un hombre equivocado de su tiempo que siempre llegaba a todo demasiado pronto. Se salió del franquismo antes que nadie y le mandaron de embajador a Londres a ver si se perdía entre la niebla. Cuando se sintió abandonado por el Estado regresó al terruño y le vimos llorar como a un niño mientras los mil gaiteros entonaban la Rianxeira. Como ahora que se ha muerto no son capaces de encontrarle un Paracuellos le sacan un Grimau y un Montejurra para desasosiego de Bremaneur en el frío de Berlín. Cuando Fraga estaba ya en la senda del conservadurismo democrático, Carrillo recibía aun las lisonjas de Ceaucescu y andaba enredado en eso del euro-comunismo que para Giménez-Caballero era una actualización de su fascismo añorado.
Alaska es esa tercera España que desprecian por igual los sectarios de un lado y del otro. Una Pitita Ridruejo con tatuajes y silicona que lo mismo desayuna con Almodóvar que cena con Federico Jiménez Losantos sin que ni uno ni otro le reprochen nada. Pensábamos que de aquella movida madrileña instrumentalizada ya no podíamos esperar nada, pero Olvido, Nacho y, hasta que se fue, Berlanga, han constituido una opción diferente, libre y verdadera, de entender España . En el vértice catalán de aquella movida están Loquillo y Sabino cantándole las verdades del barquero al nacionalismo aldeano que convirtió la postmoderna Barcelona en un pueblo grande de la Cerdanya sin trintxat y sin mar i muntayna.
Yo conocí a Olvido en aquella travesía del desierto entre Dinarama y Fangoria cuando fue a pinchar a El Refugio y le tuvimos que poner dos cajas de coca-cola y una tabla para que llegara a los platos. Aquella mujer que ya era leyenda de botes de Colón, perlas ensangrentadas y mañanas de sábado resultó de una educación y cercanía que nos dejó helados. Hemos conocido tantos tontos que la normalidad nos parece un milagro. Años después, ya con Canut, fue a tocar al efímero Sfera de Zaratán y me los llevé a cenar a un restaurante del centro comercial y contestaban a mis preguntas de fan con una sonrisa en los labios aunque se dieron cuenta de que a mí, más que su música, me arrastraba su actitud de ácratas de derechas.
Alaska es el punk donde ya no existe el punk, el acid cuando ya no existe el acid y el house ahora que David Guetta ha asesinado el house. Ella es la incorrección política contra la que nadie osa arremeter porque en su biografía la libertad ocupa todos los capítulos y no hay episodio alguno sospechoso ni vergonzante. Ahora nos enseña las tetas -y al que no le guste que no mire- después de enseñarnos la vida en la MTV con ese Mario Vaquerizo que se mueve entre lo surrealista y lo naif como un niño en Cadaqués.
Fraga y Carrillo son la España que se fue y nunca debió ser y Alaska es la España que esperamos y que no acaba de llegar. La tercera España que en vez de helarnos el corazón nos llevaría a una rave.
En La Vida por Delante