domingo, 4 de diciembre de 2011

Un dios jugando con la arena

Cristo y la mujer adúltera Pieter van Lint

J. B. me entregó el otro día El silencio de los libros, de George Steiner, con la condición de que, si lo aceptaba, subrayara y anotara lo que me pareciese oportuno sobre sus propias anotaciones en los márgenes del texto y se lo devolviera. Hoy, que al fin he tenido un rato libre, he comenzado a leerlo. Pero me he detenido en la página 23, en la imagen de Jesús escribiendo sobre la arena. El texto es bien conocido, se encuentra en el Evangelio de Juan, 8,1-11. Tras pasar la noche en el Monte de los Olivos, por la mañana temprano Jesús se presenta en el templo, donde se sienta a discutir con los que quieren acercársele. Los maestros de la Ley Escrita (hoi grammateîs) le llevaron a una mujer que había cometido adulterio y, poniéndola en medio (en mesô), le preguntaron qué castigo merecía. Jesús, en lugar de contestar, se pone de cuclillas y se entretiene escribiendo (o dibujando) con el dedo algo en el suelo (kategraphen eis tên gên). Como ellos insisten una y otra vez, Jesús levanta la cabeza y, sin erguirse, les dice: "Aquel de vosotros que esté libre de pecado, que tire la primera piedra" y volvió a bajar la cabeza y a dibujar sobre el suelo (éngraphen eis tên gên). Poco después la alzó de nuevo y vio a la mujer, que seguía en medio (en mesô). "Si ellos no te han condenado -le dijo- tampoco yo".

El texto está tan plagado de sugerencias que da para una infinidad de comentarios (la oposición entre los maestros de la "gramma" y Jesús, que hace grafías; el hecho de que se repita por dos veces que la mujer está "en medio"; la posición de Jesús, mirando a los presentes desde abajo; etc), pero me quedo con el juego de Dios sobre una losa de piedra, o quizás sobre la arena. Es imposible saber lo que escribió, pero es también imposible no contraponer el juego puntual de su escritura pasajera con la indeleble inscripción de la Ley judía. Y frente a esta imagen me vienen tantas ideas a la cabeza que acabo completamente confundido. Pero recuerdo al Nietzsche que decía que sólo creería en un Dios que supiera bailar y veo en la escritura efímera de Cristo algo así como un baile del aire sobre la piedra o la arena. Y aún me confundo más.

Ya ves, J.B., no avanzo.

En El Café de Ocata