Antonio Pérez Cucho
Andanada del 9
Andanada del 9
Tengo la suerte de haber conocido a Adrián, como torero y como persona; de conocer a Sandra, su mujer; de jugar con su hijo; de haber compartido café, cerveza y ración de calamares con él; de haber visto ese brillo en los ojos después de una tarde de toros en Madrid; de compartir, también, esos otros momentos no tan buenos en la silla de ruedas.
La última vez que estuve con él, la semana pasada, y como muchas otras veces, estuvimos charlando un poco de lo divino y de lo humano. Me dijo que estaba algo cansado y estaba pasando por uno de esos "bajones" que nos darían a todos en sus circunstancias.
Su mujer, Sandra, olé y olé, tú sí que eres un "peazo de torero", ¡¡¡ qué mujer !!! Ojalá todos tuviéramos un báculo como tuvo Adrián con Sandra: nunca un mal gesto, paciencia infinita, siempre con él y junto a él, detrás de la silla de ruedas empujando, intentando animarle un poco, buscando la forma para hacer que la vida fuera un poco más fácil y menos traumática
¿Que quería fumar? Pues Sandra le acercaba el cigarro a la boca. ¿Que quería beber un poco de cerveza? Pues se la acercaba a los labios. ¿Que necesitaba…? Bueno, Sandra era sus piernas, sus manos, sus brazos, y siempre con una sonrisa. En todo momento tenía un mimo, una caricia, una sonrisa, un beso… Lo dicho, olé y olé ¡¡ Qué suerte tuvo Adrian contigo !!...
Conocí a Adrián hace 6 años. Vecinos, coincidíamos en el bar de debajo de casa. ¡¡ Ay, esa sidrería cómo te va a echar de menos !! Que si algún café por la mañana, algún aperitivo los fines de semana, esas cervecitas los domingos al atardecer… El caso es que, poco a poco, entablamos cierta amistad; al principio compartiendo la afición por los toros y más adelante por otras cosas.
No soy partidario de ensalzar a las personas cuando ya no están, pero en este caso creo que es de justicia hacerlo. Muchas veces hemos oído eso de "hay que ser torero dentro y fuera de la plaza". Pues eso era Adrián: un TORERO, un torero en la plaza, y sobre todo, un torero fuera. Hombre pausado y tranquilo, alegre, con ese tono de voz sosegado que invita a escuchar, nunca le oí una voz más alta que otra. Hasta para "regañar" a su hijo lo hacía con esa mano izquierda de torero. Hombre de personalidad humilde (cosa rara en esa profesión), familiar, muy enamorado de su mujer, respetuoso y con la mirada limpia, esa mirada que da confianza y que sólo tienen las personas con la conciencia y el alma en paz. No quiero que se malinterprete, no era pusilánime ni soso; todo lo contrario, Adrián era un hombre de los que se visten por los pies y un señor en toda la extensión de la palabra.
Voy a traicionar un poco la confianza que me dio y espero que desde esa gran dehesa que debe ser el cielo me perdone. Ayer, en la sala 22 del Tanatorio de la M-40, estuve, como tantos otros, despidiéndome de él. Entre los muchos asistentes destacaré a dos. A José Pedro Prados (El Fundi), con el que compartió muchas tardes de toros y que le ha ayudado, no sólo económicamente, en innumerables ocasiones, y a José Tomás. José Tomás (otro que ha demostrado con sus actos que es torero fuera y dentro) recibió críticas de cierto sector por no haber asistido al homenaje que hicieron a Adrián en Madrid (Vista Alegre), sin saber el apoyo que Adrián recibió del de Galapagar. José Tomás pagó, de su bolsillo, aparte de otras cosas, toda la reforma de la casa de Adrián, cuando se quedó en silla de ruedas. Realizaba asiduamente llamadas y visitas, preocupándose, en todo momento, por su estado y cubriendo, cuando hizo falta, las necesidades que pudieran surgir, sin que nadie se lo pidiera y sin que nadie se enterara.
Ayer mismo, aparte de su matador, el único que estuvo allí hasta bien entrada la noche fue José Tomás. Teníais que haber visto el abrazo, los besos y el ofrecimiento sincero, "ya sabes que me tienes para lo que quieras y necesites", a Sandra, que, entre sollozos, le agradeció todo lo que había hecho por ellos. Y todo lo ha hecho como se deben hacer las cosas, en silencio, sin publicidad, sin periodistas... ¡¡¡ José, para mí, ésta ha sido tu mejor faena !!!
La última vez que estuve con él, la semana pasada, y como muchas otras veces, estuvimos charlando un poco de lo divino y de lo humano. Me dijo que estaba algo cansado y estaba pasando por uno de esos "bajones" que nos darían a todos en sus circunstancias.
Su mujer, Sandra, olé y olé, tú sí que eres un "peazo de torero", ¡¡¡ qué mujer !!! Ojalá todos tuviéramos un báculo como tuvo Adrián con Sandra: nunca un mal gesto, paciencia infinita, siempre con él y junto a él, detrás de la silla de ruedas empujando, intentando animarle un poco, buscando la forma para hacer que la vida fuera un poco más fácil y menos traumática
¿Que quería fumar? Pues Sandra le acercaba el cigarro a la boca. ¿Que quería beber un poco de cerveza? Pues se la acercaba a los labios. ¿Que necesitaba…? Bueno, Sandra era sus piernas, sus manos, sus brazos, y siempre con una sonrisa. En todo momento tenía un mimo, una caricia, una sonrisa, un beso… Lo dicho, olé y olé ¡¡ Qué suerte tuvo Adrian contigo !!...
Conocí a Adrián hace 6 años. Vecinos, coincidíamos en el bar de debajo de casa. ¡¡ Ay, esa sidrería cómo te va a echar de menos !! Que si algún café por la mañana, algún aperitivo los fines de semana, esas cervecitas los domingos al atardecer… El caso es que, poco a poco, entablamos cierta amistad; al principio compartiendo la afición por los toros y más adelante por otras cosas.
No soy partidario de ensalzar a las personas cuando ya no están, pero en este caso creo que es de justicia hacerlo. Muchas veces hemos oído eso de "hay que ser torero dentro y fuera de la plaza". Pues eso era Adrián: un TORERO, un torero en la plaza, y sobre todo, un torero fuera. Hombre pausado y tranquilo, alegre, con ese tono de voz sosegado que invita a escuchar, nunca le oí una voz más alta que otra. Hasta para "regañar" a su hijo lo hacía con esa mano izquierda de torero. Hombre de personalidad humilde (cosa rara en esa profesión), familiar, muy enamorado de su mujer, respetuoso y con la mirada limpia, esa mirada que da confianza y que sólo tienen las personas con la conciencia y el alma en paz. No quiero que se malinterprete, no era pusilánime ni soso; todo lo contrario, Adrián era un hombre de los que se visten por los pies y un señor en toda la extensión de la palabra.
Voy a traicionar un poco la confianza que me dio y espero que desde esa gran dehesa que debe ser el cielo me perdone. Ayer, en la sala 22 del Tanatorio de la M-40, estuve, como tantos otros, despidiéndome de él. Entre los muchos asistentes destacaré a dos. A José Pedro Prados (El Fundi), con el que compartió muchas tardes de toros y que le ha ayudado, no sólo económicamente, en innumerables ocasiones, y a José Tomás. José Tomás (otro que ha demostrado con sus actos que es torero fuera y dentro) recibió críticas de cierto sector por no haber asistido al homenaje que hicieron a Adrián en Madrid (Vista Alegre), sin saber el apoyo que Adrián recibió del de Galapagar. José Tomás pagó, de su bolsillo, aparte de otras cosas, toda la reforma de la casa de Adrián, cuando se quedó en silla de ruedas. Realizaba asiduamente llamadas y visitas, preocupándose, en todo momento, por su estado y cubriendo, cuando hizo falta, las necesidades que pudieran surgir, sin que nadie se lo pidiera y sin que nadie se enterara.
Ayer mismo, aparte de su matador, el único que estuvo allí hasta bien entrada la noche fue José Tomás. Teníais que haber visto el abrazo, los besos y el ofrecimiento sincero, "ya sabes que me tienes para lo que quieras y necesites", a Sandra, que, entre sollozos, le agradeció todo lo que había hecho por ellos. Y todo lo ha hecho como se deben hacer las cosas, en silencio, sin publicidad, sin periodistas... ¡¡¡ José, para mí, ésta ha sido tu mejor faena !!!