Giacomo Lauri-Volpi
¡Cuánta afinidad, aunque sea en campos diferentes, entre Manolete, torero, y yo, tenor! De haber sido yo Manolete, no me hubiese hundido en el abismo de la melancolía, de la hipocondría, del estoicismo fatalista. Hubiese, en plena plaza, hecho frente a la decena de miles de espectadores (lo que más tarde hice en la arena de Verona), después del triunfo, arrojando la espada a tierra, gritando a la multitud: «Ahora, venid aquí vosotros y haced lo que yo hago. Ya no me veréis más»...
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