Francisco Javier Gómez Izquierdo
Como quiera que los asiduos de Salmonetes... son gentes de bien comer y el señor Márquez hace muchas referencias a las delicias, sobre todo marinas, de Cádiz, no me resisto a ponderar como merecen las tortitas de camarones que en Barbate hace El Camarón, un minúsculo bar situado junto al mercado. Como bien dice el docto amigo, los camarones se encuentran a la entrada de los mercados y se venden a vasos, como el vino en Burgos. Hace quince días eché de menos mi inseparable cámara ante media docena de tortitas que nos comimos entre tres y que nada más verlas nuestro experto gourmet hubiera dado el notable, pues sólo merecen el sobresaliente los individuos autóctonos en el fogón de su casa. Como mi amigo Manolo, también de Barbate, un mago preparando las tortitas y el corazón de atún.
De lo que sí tengo fotos es de una lubina salvaje, que allí llaman robalo, hecha con muy buen gusto y ante la que mojamos pan sin vergüenza. El suceso tuvo lugar en el restaurante Blanco y Verde de Conil, y es establecimiento donde se paga lo que se come sin sobresaltos. Lo descubrí no hace mucho, y siempre que he ido, he salido satisfecho y sin robos. Ni siquiera me he sentido sisado. Después de comer, dimos la vuelta al pueblo, entrando por la playa de los Bateles y saliendo por la de las Fontanillas, hasta colocarnos en lo más alto de Conil. Allí, un pescador con cara de Papa tira de pesadas redes. La gente no le hace mucho caso.