viernes, 17 de septiembre de 2010

Fiestas del Santísimo Cristo de la Antigua en Piedrabuena

Con los anfitriones, Paco (segundo por la derecha) y Emilio
(cuarto por la derecha), a las puertas de la plaza



José Ramón Márquez


Que no se crean que esta vez que nos fuimos a Piedrabuena por El Cid, que nos fuimos por echar un rato con Emilio y con Paco, almorzar unas alubias con perdiz, hablar con ellos de toros y de toreros y, de paso, pues ver la corrida. Además dio la casualidad de que ese día también toreaba allí Manuel Jesús, o sea que la cosa salió de perlas.
De las habichuelas habrá que hablar más largo y tendido; a la perdiz no se la puede poner objeción, que en Piedrabuena ya se sabe que no hay perdiz mala, y del acompañamiento de revientalobos, pues qué vamos a decir, si el propio nombre lo dice todo.
Luego, en la sobremesa, hablamos de Sánchez Puerto, de Reina Rincón y hasta de Pepito Arroyo, que tiene narices acabar hablando de Pepito Arroyo después de tan suculento almuerzo.
En Piedrabuena hay una plaza de toros que tiene algo más de cien años y que, si la ve Carlos Abella, se desmaya si la compara con el Vertedero Municipal de Las Ventas, que en Piedrabuena tiene un ejemplo de lo que debe ser una plaza limpia, repintada, con la barrera que parece recién puesta, con su piso de albero, con sus palcos para las reinas de las fiestas del Cristo y con su presidencia, donde se aposenta El Rubito, teniente de alcalde. Yo, por poner una pega, sólo diría que lo único que les falta es hacer como en La Maestranza y pintar las rayas en rojo, que sobre el albero quedan más bonitas que las de blanco, pero vamos, esto es ya rizar el rizo de la pijería cromática.

Toreaban Juan Serrano, Cid y Fandi toros de los Hermanos Tornay, procedencia El Torero. Juan Serrano, como es sabido, tiene tres personalidades. Una es ésa, la segunda es la de Finito de Córdoba y la tercera es la de Mimitos de Sabadell, que es la cara con la que se vino a Piedrabuena. Es un torero muy, muy, muy visto, del que siempre recordaremos la ilusión que nos hizo concebir a algunos en su época de novillero y su tremenda cornada de Málaga. En Piedrabuena nos regaló su toreo tenso, descompuesto y amedrentado, tratando a los tornays como si fuesen alimañas jijonas de Villarrubia. Por el contrario, nos enseñó un magnífico vestido negro y azabache que quitaba el hipo, y que nos hizo recordar aquel de Gallito en su luto por la señá Grabiela y tan cerca ya de Talavera, que se conserva en el Museo Taurino de Ronda.

Fandila trajo su toreo amable y bullidor, con sus banderillas a toro pasado, con su simpatía, sus carreras y sus defectos. Fandila da espectáculo y fiesta y no se debe olvidar que los toros tienen esa componente imprescindible. Creo que elegir a Fandi es un acierto, porque su aire desenvuelto y fácil es lo que puede llevar a interesarte por los toros cuando eres niño, que ya habrá tiempo para profundizar. Esa labor de siembra de ese toreo de fiesta que este hombre va haciendo es importante y no debe ser despreciada con el plumazo de sus múltiples defectos técnicos, que es muy fácil meterse con él.

Cid nos trajo dos faenas en su línea. La primera de gran hondura aprovechando magníficamente las condiciones del toro por el pitón derecho, por el que le sacó series de oro de ley. A su segundo lo mató de un extraordinario volapié, tomando al toro en corto, descubriéndole la muerte y saliendo por el costillar, dejando una estocada arriba que sacó al animal del mundo de los vivos en menos de lo que tarda en contarse.
En los tendidos de Piedrabuena, junto al público amable y festero, se sienta un estimable número de aficionados de verdad, de mucha pasión y de conocimento. Seguramente ellos serán los que hagan que esto no desaparezca tan fácilmente como los malos quisieran.


Rojo y verde

Cid, Fandila y Finito

La Brunete de Piedrabuena

Finito

Gran vestido

El hecho diferencial

Par de Boni

Volapié del Cid

Andares del Fandi


Pensando en Aravaca

Derechazo de Finito

Natural del Cid

Reinas y Damas

Pepe

Aplausos para Finito

La peña