Begoña Álvarez, consejera de Justicia, con Juan Gallo,
comisario de la Memoria Histórica
Casi perplejo, leo en los papeles que la Junta de Andalucía acaba de instaurar el PER de la memoria histórica con apenas tres décadas y media de retraso sobre el horario previsto. Así, las provectas ancianas que testifiquen haber sido vejadas en su dignidad durante la dictadura recibirán una ofensa añadida con cargo a la democracia: 1.800 euros de propina en concepto de "reparación moral". He ahí la última humillación que el Poder les tenía reservada en vida. Y es que hay que ser muy cínico para pretender que las heridas del alma humana se cicatrizan no ya con dinero, sino con algo de calderilla esparcida en periodo de celo electoral. Quienes inocentes sufrieron la barbarie incivil de aquellas dos Españas atroces, hombres y mujeres, todos, requieren "paz, piedad y perdón", en estremecedor lamento de Azaña, no unas cuantas monedas depositadas encima de alguna mesa electoral bajo la atenta mirada de Griñán y sus capataces.
Por lo demás, sólo tendrán derecho a cobrar esa pedrea quienes aseguren haber sido ultrajadas entre 1939 y 1950. Inopinada, sorprendente rehabilitación del gallego, sobre todo, viniendo de donde viene. Pues, según se infiere del dictamen de la Junta, justo a partir de ese año el régimen de Franco nunca más agravió el honor de persona alguna, ni hembra ni varón. Pensar lo contrario nos abocaría sin remedio a una conclusión teñida de muy sórdida bajeza; a saber, que el PSOE ha esperado con paciencia de Job al deceso de las mujeres en verdad llamadas a ingresar el aguinaldo antes de consumar a bombo y platillo su implantación.
¿Y cómo no imaginar en la madre patria del Buscón Don Pablos el mercado negro de póstulas, escapularios y salvoconductos antifranquistas que debe haber irrumpido a estas horas en todas las casas del pueblo de Despeñaperros hacia abajo? Repárese a los efectos esperpénticos de rigor que bastará con la firma de un Juan Gallo, comisario –o así– para la Recuperación de la Memoria Histórica de Andalucía , con tal de poder agarrar al vuelo los mil ochocientos. En fin, que ya estoy viendo a María José Campanario con su santa madre disfrazada de Mariana Pineda, haciendo disciplinada cola ante el negociado del tal Gallo. Y si no, al tiempo.