viernes, 11 de octubre de 2024

El desafío a Jesús




El Receso. Óleo, 1992. César Leal Jiménez


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Mientras en Indonesia inauguran la estatua de Cristo más grande del mundo (supera en más de veinte metros al Corcovado de Brasil), los misiles hipersónicos silban sobre los tejados de uralita de la civilización europea, con lo que cobran sentido las “boutades” teológicas de Bergoglio, que, al decir de uno de tantos periódicos, “desafía a Jesucristo a un debate sobre cómo las personas pueden llegar al cielo”.


En “La tournée de Dios”, Jardiel pone a entrevistar a Dios al primer periodista de su época, don Torcuato Luca de Tena. Hoy, al debate con Jesucristo que propone Bergoglio, llevarían a Gonzalo Miró, el nuevo Voltaire del viejo 78, papel en el que uno ha visto en estas décadas a Gala, a Niño Becerra o a Savater. Pero debatir con Jesucristo ¿qué? “Lo que cuida Cristo no lo puede tomar el godo”, escribe San Agustín, que no era canario. Bergoglio es argentino, lo cual le permite cogitar “que todas las religiones son caminos para llegar a Dios”:


Es una de esas cosas de “escuchar la oración”, ¿sabes? Escuché a Jesús decir algo intolerante sobre “nadie viene al Padre excepto por mí”, y ugh, ¡eso es tan excluyente! Así que desafié a Dios Encarnado a un debate para poder enseñarle una cosa o dos sobre cómo las personas llegan a Dios.


Esto nos lleva al Schmitt que anota en su glosario: “Los católicos son lo anarquistas y nihilistas del orden comunista. La nueva caballería”. (Glosa la exposición en el 49 de un dominico francés de la Resistencia: La tercera guerra mundial es una guerra de religión. Fe contra Fe, Iglesia contra Iglesia, religión universal contra religión universal. Estoy esperando a los cosacos y al Espíritu Santo, escribió Léon Bloy. En 635 el cristiano más distinguido de Damasco dio a los mahometanos las llaves de la ciudad; yo prefiero a Carlos Martel)


Antes, la guardia civil paraba en mitad de la noche a una furgoneta en la carretera y el chófer, para seguir sin mayor molestia, sólo tenía que decir: “¡‘Semos’ toreros!”. Ahora se asoma uno a la noche estrellada y ve estrellas fugaces, pero no sabes si son lágrimas de San Lorenzo, satélites de Elon Musk o misiles de los ayatolás, y llamas a la fe, que te dice: “¡‘Semos’ católicos!” 


¡Callad, teólogos!


Un gran teólogo católico, Cavanaugh, no cree que el Estado pueda entenderse sin teología, y da la razón a Schmitt cuando dijo que todos los conceptos modernos del Estado son conceptos teológicos secularizados (si por “secularizados” entiende uno “encubiertos”).


¿Católicos callejeros, como Ayuso, que sitúa los valores católicos en recoger menas dickensianos de las calles, o católicos estéticos, como Santayana, que no era creyente, pero sí español cuyo primer entusiasmo filosófico se lo produjo la teología católica (“Admiré, y aún admiro, esa magnífica construcción y la disciplina espiritual que puede inspirar”)?


A ver qué dice Jesús en el programa ibexestatal de Broncano.


[Viernes, 4 de Octubre]