domingo, 27 de octubre de 2024

César Moro



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


En homenaje a José-Miguel Ullán, con textos y dibujos –inéditos– de su autoría, ha surgido “Tortuga busca tigre”, un libro de edición especial (primera y única), realizado en rama, impreso en papel Fabriano de rico gramaje e incluido en carpeta cubierta en papel estampado a mano y estuche entelado, todo lo cual, realizado por Del Centro Editores, viene a ser...


–...el aguazoso pisapapeles para el libro ejemplar, ya abierto, del necesario César Moro –escrito sobre el agua no pasada, a punto de caer en remolino–, cómplice si no autor de este anuncio que encierra una poética: Tortuga Busca Tigre. Aviso reptilíneo a quien leyere (leer / remar) sólo a partir de aquí.


Es decir, un homenaje a Alfredo Quíspez Asín, César Moro, de cuya vida escandalosa sabemos por “La tortuga ecuestre”, su único libro en español:


–...mi amigo el Rey me acerca a su tumba real y real / Donde Wagner hace la guardia a la puerta con la fidelidad / Del can royendo el hueso de la gloria...


En su cálida y amenísima presentación –entre los editores Manuel Ferro y Claudio F. Pérez Míguez–, Julio Ortega, profesor de la Universidad de Brown y, al cabo, el gran muñidor de “Tortuga busca tigre”, hace el relato tragicómico de la publicación, en 1957, de “La tortuga ecuestre”, escrita en 1938, mas permanentemente sometida a los extravíos –y desvaríos– de la fatalidad, con los duendes de la imprenta en el papel de tontos coyotes de la Warner a los que les fuera vedada la felicidad de dar alcance al Correcaminos de la publicidad.


–...mientras lluvias intermitentes y divinamente funestas / Corroen el peinado de tranvía aéreo de los hipocampos relapsos / Y homicidas transitando la terraza sublime de las apariciones / En el bosque solemne carnívoro y bituminoso...


Eso, de la vida (escandalosa). Y de la tortuga... ¿qué se sabe?


Ullán:


Su concha da el carey... El carey luce en la cabellera de la dama... Los yanquis la llaman con dulzura sibarita: el cerdo del océano... Moralmente, la tortuga es un Sancho centenario... Son más austeras que el hombre... Ni el hambre, ni el dolor, ni el mar son capaces de inducirlas al movimiento... Resisten encima un hombre...


Yo admiro el gesto trágico de mademoiselle La Virent, de la corte de Luis XIV, que dispuso que colocaran en su ataúd una pequeña tortuga viva. Exhumado un siglo después el cadáver de la bella criatura, se encontró, en el sitio de su corazón, la pequeña concha del animal.