DOMINGO, 27 DE OCTUBRE
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo:
-Llamadlo.
Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:
-¿Qué quieres que te haga?
El ciego le contestó: «“Rabbuní”, que recobre la vista». Jesús le dijo:
-Anda, tu fe te ha salvado.
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Marcos 10,46-52