viernes, 26 de julio de 2024

Última Novillada Nocturna de Verano en Las Ventas, con Hoyos, Jiménez y Navas. En la selección del toro está el problema. Pepe Campos


Otros tiempos. Para la tauromaquia, sobre todo

 

PEPE CAMPOS



Plaza de toros de Las Ventas

Jueves, 25 de julio de 2024. Final de las novilladas nocturnas de verano. Algo más de un tercio de entrada. Noche de julio con sus calores.


Tres novillos de Talavante (1º, 3º y 6º) y otros tres novillos de El Freixo (2º, 4º y 6º), todos de procedencia Juan Pedro Domecq: los de Talavante vía Núñez del Cuvillo y los de El Freixo desde Garcigrande y Daniel Ruiz. Flojos y nobles. Menos el primer novillo de Talavante, boyante, los cinco restantes mansos. Segundo y cuarto terciados. Tercero y quinto, próximos a la invalidez. Todos pobres de pitones, en especial el sexto. Dieron el juego que suele dar el ganado que torean las denominadas figuras.


Terna: Valentín Hoyos, de La Alberca (Salamanca), de lila y oro, con cabos blancos; vuelta al ruedo y ovación tras un aviso; de veinticuatro años; en 2023, siete festejos. Fabio Jiménez, de Alfaro (La Rioja), de marrón oscuro y oro; silencio tras dos avisos y palmas; de veintiún años; en 2023, once festejos. Mario Navas, de Valladolid, de azul turquesa y oro, con cabos blancos; silencio y saludos tras un aviso; de veintitrés años; en 2023, dieciséis festejos.


Mario Navas fue declarado triunfador del ciclo de novilladas nocturnas 2024.


Suerte de varas. Picadores: Primer novillo —Plácido Sandoval ‘Tito’—, primera vara, picotazo trasero, segunda, picotazo trasero. Segundo novillo — Manuel Burgos—, primera, trasera, el novillo se cae al salir, segunda, picotazo trasero; el novillo salió suelto de las dos varas. Tercer novillo —Ángel Rivas—, primera, picotazo trasero, la segunda, picotazo trasero, el novillo salió suelto de las dos varas. Cuarto novillo —Héctor Piña—, la primera, muy trasera, en la segunda, picotazo muy trasero; de ambas el novillo salió suelto. Quinto novillo —José María González —, primera, picotazo caído, el novillo pierde las manos y sale suelto, segunda, picotazo caído. Sexto novillo —Alberto Sandoval—, la primera, picotazo caído, detrás de la cruz, la segunda, picotazo trasero, el novillo salió suelto de ambas varas.


Las denominadas figuras de hoy se han propuesto llevar a la tauromaquia a un callejón sin salida. Ellos mismos recorren España, ocupan todos los carteles de todas las ferias, sin dar entrada a ningún otro torero que pueda darles batalla, y realizan faenas plagadas de tandas repetitivas con pases anodinos, hasta llegar al reglamentado aviso y a partir de ahí tirarse abajo con la espada, para sumar corte de orejas porque el respetable es bueno y quiere volver a casa contento y feliz. Esto es lo que hay hoy en el apartado artístico taurino. No hace falta entrar a analizar la parcela técnica del toreo que practican las figuras actuales donde describiríamos su destoreo o toreo hacia atrás. Un toreo cuantitativo el de estas figuras que sólo pueden desarrollar ante el toro tontorrón, de granja, de comportamiento ovejuno, que obedece sin remilgos a los engaños que señores curvados, haciendo de «figurones», les muestran, una y otra vez; de esas maneras: despegadas, tirando líneas, con sus piernas largas o cortas, combadas y, totalmente, alejadas de la jurisdicción donde se produce el verdadero toreo. En fin, todo un galimatías a la hora de escenificarlo ante los astados y un atolladero gramatical y de terminología, si se quiere explicar a un aficionado aparentemente interesado. De ahí que la crítica taurina componga esas crónicas inextricables y de literatura vacía, con excedente cursi, que hace perder lectores. No hay más remedio.


Estas figuras del toreo de nuestro panorama actual, no sólo se conforman, por lo que se ve, con aburrir o machacar con su destoreo al personal que asiste a los cosos con toda su buena voluntad. Si no que, además, se ha propuesto clonar en sus propias ganaderías ese toro afín, bobalicón, con el que ellos triunfan todas las tardes en las localidades en fiestas que dan toros en nuestra España. Ese parece ser el propósito que esconde y muestra el afán de dos de estas figuras a las que estábamos aludiendo —una de ellas, aparentemente, ya retirada—. Nos referimos a los toros —ayer novillos— de Talavante y de El Juli, que la empresa eligió para que fueran toreados y estoqueados por los tres novilleros que llegaron a la final de las novilladas nocturnas programadas para este verano. Ese toro que estas figuras han toreado, torean y quisieran seguir toreando eternamente, proviene de la ganadería que formó Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio, en 1930. Y que andando el tiempo está unificando las sangres y los comportamientos de las ganaderías bravas del planeta toro. No deberíamos pensar que todos los toros procedencia Domecq son iguales. Pero sí sabemos y se observa unas tendencias mayoritarias hacia un juego, que podríamos denominar como, ya artístico, ya angelical, ya inocente. Quiere decirse que el toro Domecq es una gracia, un don, un deseo de ser bueno, de caer bien, de portarse bien, para que el torero se exprese y sonría y no deje nada en el tintero con el que —mediante sus avíos— va pergeñando su arte. ¡Hablar de Domecq tiene estas gracietas, de que el arte se pega y se expande! ¡Vamos, que inspira!


¿Y cómo es ese toro, cómo es él? Pues, como apuntábamos, es grácil, es decir, ligero —que pierde las manos, que se cae cuando menos se espera—; es delicado, tanto que se duele al notar la vara en su lomo —porque se la suelen poner trasera—, lo que significa que es manso; es artista, porque embiste con arte, pero según, si tiene algo de fuerza es un arte que va hasta el final de donde le manda el avío —el chisme—, y sigue sus vuelos, y como la misma prosa dice eso es arte; pero si le da por hacerse el remolón, no embiste tan largo, se queda corto, con arte, eso sí, y sin molestar, sólo es una manera de mostrar su disconformidad, a ser encasillado. E incluso puede mostrarse rebelde y díscolo y no querer embestir bonito, porque el toro de Domecq puede desplegar toda una gama de embestidas. Ayer mismo, el primero fue el toro franco. El segundo, embistió como lo hacen las cabras. El tercero, imitó por envidia al segundo. El cuarto, fue un díscolo y protestó con reiteradas caídas y con desgana. El quinto, se caía y embestía al estilo ovejuno. El sexto, quiso ser boyante como el primero. Un eterno retorno en las embestidas, de lo artístico a la bondad y de la dulzura a la mansedumbre. Y por este camino no hay solución. El toro ha perdido su carácter y el toreo sólo puede ser un simulacro.


Con este tipo de ganado se las tuvieron que ver ayer noche los tres novilleros que hicieron el paseíllo en Las Ventas. Valentín Hoyos, dispuso del mejor lote —digamos, novillos del arte—. En el primero, un novillo tontorrón ideal para hacerle el toreo bueno, el regular o el malo, comenzó su labor por bajo y el novillo se le fue al suelo, destacaron dos pases de pecho. Dio distancia al novillo en la primera tanda de naturales, largos y templados, a media altura, abriendo el compás; en la segunda acortó los cites y en el último tramo de la tanda consiguió algún buen natural. Pasó a la derecha, abriendo el compás, temple y algún redondo logrado. Mejores los remates con el pase de pecho, porque el novillo buscaba el alivio. Faena muy larga, similar a la que esbozan las figuras hoy en día, sin verdaderos pases rotundos, sino continuistas. Vuelta a la derecha. El novillo se le fue rajando y pierde las manos. Hoyos termina con ayudados por bajo, tal vez, lo más logrado de su trabajo. Mata en la suerte contraria de estocada baja perdiendo la muleta. En el cuarto, toreó más despegado, abriendo el compás, con intención de lograr el temple. El novillo decía muy poco y la tarea del novillero se topa con tres pinchazos, el primero en la suerte contraria, los siguientes en la natural, más una estocada delantera, atravesada y desprendida, y un descabello. Al alargarse en el trasteo el novillo llegó muy humillado a la suerte suprema.


Fabio Jiménez, ante la embestida caprina de su primer enemigo, y sin celo, quiso aplicarle serenidad. Algo despegado y con la pierna retrasada fue desarrollándose la faena, sin acople. Mejor al natural, su fuerte. Al final de la faena logró algún natural de frente potable. Mató muy mal en la suerte natural, haciendo guardia al novillo en dos estocadas, más dos descabellos. En el quinto, también de embestida capraria, intentó torear, al comienzo, por bajo y el novillo se hacía el díscolo. Por falta de fuerza del animal, mucho punteo en la muleta en el toreo al natural. Más templado con la derecha. El novillo no podía con su cuerpo, sin disimulos de dejar mal a su dueño. Aquello terminó con pases de uno en uno, y una estocada trasera en la suerte natural. Jiménez tuvo el peor lote.


Mario Navas, un torero que ya lleva unas cuantas novilladas en Las Ventas. Lo cual no está mal, pues tiene que pasar el trago del examen venteño que otros muchos novilleros eluden. Mario Navas, decíamos en crónicas pasadas, tiene condiciones. No redondea, pero ayer hizo lo más valioso por clásico de la noche. Ante su primer novillo, de aires cabrunos, muy flojo y sin celo, quiso ordenarle las embestidas —nueva terminología para explicar las consecuencias del descaste y la falta de fuerza de los novillos—. El novillo embestía, digamos, cojeando. Navas terminó su quehacer —en ese negocio de embestidas incomprensibles—, con ayudados por bajo con sabor. Mató mal, en la suerte contraria, de dos pinchazos y una estocada corta, más cuatro descabellos. En el sexto, intentó desplegar una tauromaquia añeja. Una buena media verónica. En la faena, redondos templados, uno de ellos muy despacio y a compás. Los naturales fueron largos en tres tandas templadas, no redondas. Tal vez, él, puede que el novillo, impidieron la compenetración completa —porque este tipo de toro parece fácil, pero igual lleva clonado mensajes de sus dueños—. Ayudados para finalizar. Un cometido, el de Navas, clásico. Mató de una estocada en la suerte natural, el novillo tardó en echarse, lo que hizo tras cuatro descabellos. Le deseamos lo mejor a este torero y que no se deje confundir o no se confunda.