En mayo de 1946 hice la Primera Comunión. No sabía leer ni escribir bien, pero rezaba como un ángel. El traje y todos los bártulos eran de un primo mío, y sólo compramos una vela. La fotografía se hizo cuando pudimos reunir algún dinero para el fotógrafo. Fue un gran día para mí, con 12 años (Juan Mondeño. Mondeñinas)
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El torero Posada de las Maravillas, que se llama José Luis Ambel, viene de Badajoz, como la cantante Rosa Morena, que se llama Manuela Otilia Pulgarín,
y el lunes cortó una oreja (sesenta minutejos) en la orejería de Las
Ventas, el mejor medidor de la socialdemocracia española, donde impera
el arte por el arte, ya sea Isco con el balón… o Posada con la muleta.
Chesterton
intentó decir que el arte por el arte es buen principio si se parte de
la crucial diferencia entre la tierra y el árbol que hunde sus raíces en
ella, pero muy malo, ay, si se dice que el árbol también podría crecer
hundiendo sus raíces en el aire.
Y en el aire estamos. Quien sepa del acontecimiento venteño por el “Magníficat” mediático, creerá haberse perdido la de Aparicio al toro de Alcurrucén (¡veinte años!), y tampoco fue eso.
El toreo de Maravillas fue como el politiqueo de Rivera, desnudo (sin chaquetilla) y por las afueras (“en paralelo”, según el canon de lo moderno). Sin más clásicos que Elvis, en el caso de Maravillas, por su forma de (ex) citar con la pelvis, y Sabina, en el caso de Rivera, que vive fascinado por dos versos a los que, según él, no llegó Quevedo:
–Que ser valiente no salga tan caro, / y que ser cobarde no valga la pena.
Muleteó descamisado por un revolcón, cosa que no se le permitió a Belmonte
en Sevilla una tarde de julio en que la Giralda se doblaba de calor
como una vela de cera. Luego, sartenazo… y oreja, llena de los rumores
del gentío, diría Cocteau, como una caracola con los rumores del mar.
Mondeño, por cuya elegancia se pegaron en barrera Cocteau y Yul Brynner, toreó en Beirut; la corrida fue en un campo de fútbol y el marcador luminoso anunciaba los “olés”.
–Los libaneses decían “olé” cada vez que se encendía, y yo no he oído más “olés” en mi vida.
Como ahora en Las Ventas.
Hace tiempo que yo bajo a la plaza cantando por los pinejos “The glory
of Lebanon shall come unto thee, the fir tree, the pine tree”…
Y hoy, la Prensa.
Y hoy, la Prensa.
[Publicado el 20 de Mayo de 2015]