lunes, 9 de enero de 2023

"Barbate. La mar de güena gente"


El atún del Faro

 


    Carpaccio de atún


Francisco Javier Gómez Izquierdo


  Dice mi chico que vamos a tener que empezar a hablar mal de Barbate para que el personal deje de acudir a sus playas y a los sitios donde ponen el atún como en ningún otro lugar del mundo. "Y la carne de retinto". Sí, la carne de la sierra del Retín también es muy solicitada por los muchos visitantes que le han cogido el gusto a Barbate no sólo por el verano, sino en cualquier puente o fin de semana. Se ha puesto de moda ir a Barbate a comer porque se come muy bien, los camareros te respetan y los dueños de los restaurantes no te clavan. Servidor lleva más de veinte años por la Janda y cada vez estoy más convencido de que no hay mejor lugar para mirar el mundo que desde esta esquina en la que todo es relativo y con los ojos del jubilado que es uno.


      Las playas, el pescado en general, el atún en particular... excelente todo, pero nada como el barbateño nativo. El barbateño-barbateño es difícil de catalogar, pero se le va conociendo con el trato. Si usted llega a Barbate y pregunta por cualquier establecimiento o calle el barbateño dirá que le acompaña. No se asuste usted, lo hace de corazón y sin interés. El barbateño no puede consentir que un forastero se lleve mala impresión "del pueblo" por lo que será agradable siempre; sin esfuerzo, de natural. Además con una retranca que a usted le arrancará una sonrisa espontánea y disfrutará una anécdota que contará allá de donde viniere.


     Voy a referir un sucedido que vivió servidor este sábado 7 de enero y que es ilustrativo de hasta dónde puede llegar la amabilidad desienteresada de los naturales de Barbate. Resulta que la batería de mi coche amaneció difunta y al dirigirme a la zona de los talleres estaban todos cerrados. Mirando la pendiente de la entrada a una cochera había un señor de unos cuarenta años al que no había visto nunca y al que le pregunté si sabía de algún sitio donde me pudieran resolver el problemón. El hombre me dijo que no había nada abierto. Lejos de seguir su camino y "¡adiós, lo siento!", se interesó por las características de la batería y me indicó que seguro la había en la gasolinera de entrada al pueblo. Al hombre le hago saber mi ignorancia e inutilidad en cuestiones mecánicas y sintiendo mi apuro me dice que dónde tengo el coche aparcado. "Venga usted", y a unos pasos llegamos a un taxi. "Monte usted", dice el que resultó taxista. Llegamos a mi vehículo, mira la batería y otra vez..."monte usted". Del tirón a la tienda que hay junto a la gasolinera (pongan ustedes un kilómetro de distancia). El tendero me hace descuento por ir "con Boni" y le deja una llave para un tornillo que ancla la batería. Al llegar, resulta que le ha dado la llave 14 en vez de la 13 y Boni coge su taxi y va a casa a por la 13. Al cabo de una hora del taxi a mi disposición, de mancharse en las labores -Boni va como un pincel, vestido como para ir a misa mayor- de quitar la vieja y poner la nueva batería, servidor cree avergonzado que dándole 50 euros al buen samaritano no le parecerá mal... pero Boni los rechaza y dice " a mí no me debe usté ná. Ésto l'hago yo sin ningún interés".


    No supe que decirle y seguro que me salió alguna tontería, pero comprenderán que con ese hombre tengo que tener un detalle. Me dijo por dónde vivía y le menté a Manolo, el primo de la Pepi, causante de que yo ande por ahí y que resulta que sí, que es su vecino. Algo de Burgos habrá que llevarle.


     No podía faltar durante el episodio el punto del barbateño con aspecto descarriado, que también los hay, al ver el capó levantado y a Boni trajinando. "Éso n'anda má" soltó el tío sonriendo y sin pararse a mirar.