Si vamos a ser fascistas,
“nos merecemos unas tetas más grandes”
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Como en nuestra “democracia liberal” no se puede hablar, sin consecuencias, de la guerra o la vacuna, hablaremos del último grito del constitucionalismo hispánico, la doctrina Juan Fernando, según la cual todo lo que no está prohibido es obligatorio.
–La vacunación del Covid puede ser obligatoria en España, dado que no existe ninguna cláusula constitucional que lo impida –reza la doctrina Juan Fernando.
¿Qué cláusula constitucional de Weimar impedía los campos de trabajo? Ninguna. Pero hay que ser un jurista fino para ver estas cosas, y Juan Fernando López Aguilar es un canario hecho constitucionalista en Granada, plaza de finísimos juristas como Trevijano, Nicolás R. Rico o incluso el masoncico Fernando de los Ríos, Don Suave, a quien sus alumnos arrastraron a ver una puesta de sol porque en Granada, le dijeron, salía un rayo verde de la Alhambra.
Juan Fernando es el jurista del babilismo socialdemócrata, que designa la pasión de hablar en público sin sentido. Al decir del coordinador de la Junta Democrática, este babilismo lo importó el Psoe a la cultura de la Transición para la comunicación dramática: con Felipe González, que empezó babileando como Cantinflas y terminó balbuceando como Chiquito de la Calzada. La hojarasca palabrera cubre esa mineralización del rencor igualitarista de España que representa el Psoe y del que Juan Fernando es una gema.
En España, desde el 78, todo lo que no está prohibido es obligatorio. Y lo que está prohibido, también, como el “mandato imperativo”, prohibido en la Constitución y, desde entonces, permitido para votar todas las leyes, que en buena lógica serían nulas de pleno derecho, si no fuera por las cantinfladas (y las chiquitadas) de los doctrinarios a lo Juan Fernando, que ahora nos quiere vacunar con una póliza constitucional en el antifonario, que así se entiende ese cartel en una finca de la vega del Jarama en San Martín que avisa con tinta roja: “Prohibido robar”, y que resume el pacto de la Transición entre los servidores del Estado, a cuyo poder adoraban, y los enemigos del Estado, a cuyo poder temían.
¿Han reparado ustedes en esos perretes que van de la correa pegando saltitos junto a sus amos y pendientes, no del camino, sino de las chuches que estos llevan en la mano? Son los ciudadanos de la Agenda 2030, con su pipeta, su vacuna, y de chuche, su prozac. ¿Qué artículo de la Constitución impide que seamos obligados a vivir tan simpático ideal cínico?
En la doctrina Juan Fernando sólo nos chirría un poco el concepto “obligación”. En Inglaterra los “levellers” rizaron el rizo de pedir “libertad de servicio militar obligatorio”, pero Cromwell los aplastó. No es lo mismo que te metan en un cuarto de autopsias y te claven una jeringa de Estado los guardias de Hitler o de Stalin, a que lo hagan los practicantes de Juan Fernando. Si vamos a ser fascistas, “nos merecemos unas tetas más grandes”.
[Martes, 17 de Enero]