En varias ocasiones usted me hace notar que la teología sería ciencia ficción. Me sorprende, pues, que considere mi libro digno de una discusión tan detallada. Permítame que le proponga cuatro puntos relacionados con esta cuestión:
1. Es correcto afirmar que «ciencia», en el sentido más estricto de la palabra, lo es solo la matemática, mientras que de usted he aprendido que aquí también habría que distinguir adicionalmente entre la aritmética y la geometría. En cada disciplina específica, la cientificidad tiene su propia forma, según la particularidad de su objeto. Lo esencial es que aplique un método verificable, excluya lo arbitrario y garantice la racionalidad en sus respectivas y diferentes modalidades.
2. Usted debería reconocer, por lo menos, que, en el ámbito histórico y en el del pensamiento filosófico, la teología ha producido resultados duraderos.
3. Una función importante de la teología estriba en mantener a la religión vinculada a la razón, y la razón a la religión. Ambas funciones son de importancia esencial para la humanidad. En mi diálogo con Habermas mostré que existen patologías de la religión y patologías de la razón, no menos peligrosas que aquellas. Las dos funciones se necesitan mutuamente, y mantenerlas continuamente conectadas es un importante cometido de la teología.
4. Por otro lado, la ciencia ficción se da en el ámbito de muchas ciencias. Lo que usted expone sobre las teorías acerca del inicio y del fin del mundo de Heisenberg, Schrödinger, etc., yo lo designaría como ciencia ficción en el buen sentido del término: se trata de visiones y anticipaciones para alcanzar un conocimiento verdadero, pero solo son, precisamente, imaginaciones con las que intentamos aproximarnos a la realidad. Existe, además, la ciencia ficción «a lo grande», precisamente también en el seno de la teoría de la evolución. El gen egoísta de Richard Dawkins constituye un ejemplo clásico de ciencia ficción. El gran Jacques Monod escribió frases que él mismo debió de insertar en su obra seguramente solo en calidad de ciencia ficción. Cito: «La aparición de los vertebrados tetrápodos […] tiene precisamente su origen en el hecho de que un pez primitivo “optara” por ir a explorar la tierra, en la que, sin embargo, era incapaz de desplazarse más que brincando torpemente, creando así, como consecuencia de una modificación de su comportamiento, la presión selectiva merced a la cual se desarrollarían los poderosos miembros de los Tetrápodos. Algunos de los descendientes de tan audaz explorador, de aquel Magallanes de la evolución, pueden correr a una velocidad superior a los 70 kilómetros por hora…» (citado según la edición italiana: Il caso e la necessità, Milán 2001, págs. 117s.).