viernes, 14 de junio de 2019

Márquez & Moore. San Isidro'19. Decepción grande de los Cuadri, que pegan a la afición un trompazo de mosquito en parabrisas



Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore

En 46 años no me he enterado de lo que es el toro
Fernando Cuadri

 Cuadri

Don Fernando Cuadri


José Ramón Márquez

.Decepción, y quien quiera ya puede dejar de leer, porque lo más notorio de la reseña ya está dicho. Y decepción de las gordas, que la de Cuadri de esta tarde entra en las quinielas, con muchas oportunidades de premio, como la peor corrida de la Feria que mañana acaba.

¡Cómo nos hubiese gustado que la corrida que echaron los de El Pilar hubiese llevado en el anca el hierro del bocado y en la espalda la divisa morada, amarilla y blanca! Ahora estaríamos tan contentos comentando la recuperación de lo de Cuadri, la casta que aflora, el interés que esa casta pone sobre el ruedo, pero el hecho es que los seis que se trajeron desde Huelva a despedirse de la afición de Madrid en nombre de don Fernando Cuadri, que al parecer cesa en sus ocupaciones como ganadero, si algo netamente no presentaron fue un solo gramo de casta o de bravura y a cambio nos pegaron un tostón del quince sólo aliviado por las eruditas conversaciones que se establecieron entre los aficionados como alternativa a la nada ganadera que se iba sucediendo ante nuestros ojos. Y si en la corrida de Cuadri, la corrida llamada específicamente “de Cuadri”, la toree quien la toree, falla precisamente lo de Cuadri, eso significa que nos hemos metido un trompazo sólo comparable al de los mosquitos que se dejan los sesos, o lo que tengan esos insectos, contra el parabrisas del auto. Y el trompazo es de más calado, porque los carroñeros que a toda costa se quieren ciscar en todo lo que no sea bondad, tontuna y “toreabilidad” aprovecharán el fiasco de Cuadri para cargar contra lo que se salga del monocultivo del toro lerdo, que justamente eso es lo que no se quiere, y tampoco se está pidiendo mucho, que nos basta con que al menos tres hubiesen sacado las intenciones, la fiereza, las dificultades de aquel complicadísimo Tejedor, número 23, de hace cuatro años, o por lo menos uno, un solo toro que hubiese defendido el honor de la divisa, un clavo ardiendo al que agarrarnos.

El año pasado no vino Cuadri a Madrid. La del año 17 fue corrida que se movió y que dio quebraderos de cabeza, que acudió a los caballos, que planteó dificultades a los banderilleros y a los matadores que se anunciaron con ella, una corrida que sin ser para formar una mascletá, dio el espectáculo que uno busca. Lo de hoy ha sido como ver una corrida de los Toros de Guisando, toros inmóviles de granito, toros de muchas arrobas y nula intención. En realidad el fuelle que traían desde Comeuñas tan sólo les dio para acometer en los saludos de capa y, a partir de ahí, la parada por respuesta. Y que nadie piense que la cosa de las varas fue la que acabó con los postreros discípulos de don Fernando, porque aunque es verdad que cobraron lo suyo, también lo es que su decisión de moverse lo menos posible fue, en general, incluso anterior a su paso por el negociado de los del castoreño que, por cierto, no hay ni un solo castoreño de los que vemos cada tarde que esté confeccionado con castor.

En cualquier caso, y como bien dice el aforismo: “no hay feria mala, lo que uno pierde otro lo gana”, y en la corrida de esta tarde, si hubo un neto ganador este fue Pajares, el contratista que se queda con las carnes del ganado, que hoy estamos hablando de un peso en vivo de 3.164 kilos, lo cual puede dar perfectamente unos 1.870 kilos de canales en caliente, así que bien agradecido que debe estar el industrial cárnico a Cuadri por haber criado esos grandullones, especialmente el sexto, Goyesco, número 39, que él solito se mercaba 642 kilos, 56 arrobas y media, de carne, huesos, mondongo, pezuñas, cuernos y pellejos.

Para matar la de Cuadri los de Plaza 1 contrataron, en un esfuerzo que les honra, a Julián López El Juli, José María Manzanares y Morante de la Puebla… ¡Nooooo!, que este día no podían porque tenían otras cosas que hacer los tres y entonces hubo que ajustar la cosa con Rafaelillo, López Chaves y Octavio Chacón, que tenían la agenda libre y que se vinieron a la Plaza vestidos de oro con grana, coral y canela, respectivamente. Así que aquí se presentaron los tres para, a las 7 y cuatro minutos, echar a andar en el desfile que encabezan don Álvaro López y don Francisco Javier González ataviados de Felipe II, jinetes en sus caballos tordos. Los pobres ni se imaginaban lo que les esperaba en los chiqueros donde Florito impera como amo del calabozo.

Ya tenemos en el ruedo al grandullón de Nadador, número 17, demostrando desde el inicio su escasez de fuerzas, acaso tundido por los 606 kilos que acarreaba, como si mi amigo el aficionado C. quisiera correr los maratones que se corre ahora tan ricamente, con el peso que tenía hace diez años. En este se da ya el patrón de toda la tarde, unos arreones vivos al capote en los que el toro se desfonda y luego la inmovilidad, inmovilidad de monje budista, de monje del Shao-lin. Remiso a entrar a la invitación de Agustín Collado, acaso intuyendo que ahí se cobraba, acechante en banderillas aunque sin maldad, llegó a la veterana muleta de Rafaelillo que apostó desde el primer momento por cortar los viajes del toro, por si alguna posibilidad había de llegar a algún acuerdo. El toro, visto el trato recibido, fue exacerbando su condición tarda y parada hasta que llegó el momento de la despedida, cuando a Rafaelillo le vino en gana.

Tras el reglamentario toque, don Gabriel Martín, ataviado de barquillero, abrió la puerta de la mazmorra y empezó a salir toro, como en unos dibujos animados, hasta que acabó de asomar por completo el toro llamado Alemán, número 34, largo, panzudo y de líneas más armónicas que su antecesor. Lo recibe de capa López Chaves, con el toro apretando hacia adentro, y luego se sale con él con mucha inteligencia hasta el tercio. Ahí finaliza la acometividad del burel. Después, para dejar bien sentados los principios, Francisco Javier González le pega con saña desde las alturas. En banderillas acude y se las deja poner sin echar cuentas y ya está ahí López Chaves con la franela a ver qué hace con un bicho tan cansino y tan parado, y lo que hace es ir sacando los muletazos a base de paciencia, como el que quiere vaciar la piscina con un cubito de playa. López Chaves presenta unos buenos modos y consigue algunos naturales estimables, de uno en uno, dada la condición parada del bicho, al que le cuesta arrancar, y su tendencia a irse aproximando a tablas, sin llegar nunca a dar sensación de peligro, con una mirada verdaderamente estúpida, el bicho no da ni medo. Todo lo ha puesto López Chaves.

Después de que los benhures de la mula vuelvan a hacer su enésimo ridículo saliendo de naja sin que el hondero haya conseguido encestar el gancho de la honda en el aro de baloncesto que han soldado en la volea, ya tenemos a Capitán, mítico nombre de toro en Madrid, número 29, otro que tal baila de salida, con Chacón haciendo su brega de dentro hacia afuera y arrebatándole el capote en el remate. Luego lo de las varas, que fue largo y tedioso y la gente se enfadó con Santiago Pérez, que montaba de lujo, movía el caballo y buscaba hacer las cosas bien, estorbado por el grupo de toreros que no paraban de moverse y de distraer al toro. Largo tercio y sin lucimiento. Va en banderillas como los otros, por ir, y se queda con los palos, doliéndose, sin que eche cuentas de que alguien le ha burlado y le ha clavado unos arpones, y ahí está Chacón a lo suyo, que es algo mejor que lo de Rafaelillo, pero que no es como para despertar el entusiasmo ni de los más partidarios. El toro es de condición parada, tampoco mete miedo y no parece tener ideas. La prueba es que cuando al matar Chacón se queda en la cara, al hacer muy mal la suerte, el animal le trompica pero ni se le ocurre lanzar un derrote aunque fuese testimonial, acaso porque no podía con su alma.

Crisantemo es el nombre y 51 el número del segundo de Rafaelillo que saca su viveza en los lances de recibo, se para al salir del caballo donde tampoco se le ha pegado con furor, demuestra sus condiciones flojonas y parece que se aviva un poco en banderillas, pero es un espejismo porque cuando Rafaelillo se va a él a hacerle un zarrapastroso inicio castigador, Crisantemo opta por retornar a su condición de florero para que el murciano vuelva a desplegar sus triquiñuelas, sus ratonerías, su toreo eléctrico y acelerado, sus carreras y vaya pasando el tiempo hasta que decida dar fin de él. Ya queda menos para el final de esta tortura cuando asoma Contratista, número 41, otro buey barrigudo que empuja al caballo de Óscar Bernal, que le cierra la salida como inventó el señor Atienza, y ahí tenemos al toro cabeceando y Bernal y su caballo en el papel de la Presa del Atazar. A la segunda vara le cuesta ir, y vamos a decir que cumple, siendo el único cuadri que medio ha dicho algo en varas. El toro se mueve algo más que los cuatro anteriores marmolillos y el que vendrá detrás. López Chaves vuelve a porfiar y a querer, porque al final casi lo principal era que embistiese el torero, prolongando los pases hasta el final y consiguiendo colocar al final del trasteo una serie de naturales, de uno en uno, de mucho cuajo y otra que ya no fue. A ver si repiten a López Chaves, que daba gusto verle andar por la Plaza y es el único que nos ha alegrado un poco la tarde.

Y por fin ahí ya tenemos al armario ropero de Goyesco, número 39, que en los lances de recibo le tira una tarascada al pecho a Chacón con el derecho que si le engancha le arranca el corazón de cuajo, como hacían los aztecas. Acaso impresionado por eso ahí llega Juan Melgar a practicar un sondaje geológico en la espalda del toro quien, visto lo visto, no está con muchas ganas de acudir a por el segundo sondeo. Parece que éste en banderillas medio inicia la carrerilla en pos de los peones, pero el hecho es que después de tantas cosas los 642 kilos hacen mella y Goyesco decide echar el freno, como sus hermanos, ante lo que Chacón no acaba de tener opciones como para dejar un mínimo detalle que poder poner aquí. Lo de Chacón es como para hacérselo mirar, que en cuatro corridas que le hemos visto en Madrid en lo que va de año, no ha dejado nada que reseñar.

Don Fernando Cuadri volverá a su pasión: la cría de los canarios de pluma y otros Cuadri tomarán el relevo al frente de la vacada. Les deseamos la mejor de las suertes. Parece que la van a necesitar.


Andrew Moore

¿Qué fue de los Cuadri?

Rafaelillo, de grana y oro
Pinchazo, estocada y descabello (silencio)
Estocada y tres descabellos (silencio)

Rafaelillo debió de entrar por el hueco dejado por Julián

 López Chaves, de coral y oro
Estocada atravesada y dos descabellos (aviso, saludos)
Estocada y dos descabellos (aviso, saludos)

ir sacando los muletazos a base de paciencia

como el que quiere vaciar la piscina con un cubito de playa

presenta unos buenos modos
 y consigue algunos naturales estimables, de uno en uno,
 dada la condición parada del bicho

a ver si repiten a López Chaves,
que daba gusto verle andar por la Plaza
 y es el único que nos ha alegrado
 un poco la tarde

Octavio Chacón, de canela y oro
Estocada (silencio)
Pnchazo, estocada baja y tres descabellos (silencio)

lo suyo, que es algo mejor que lo de Rafaelillo,
 pero que no es como para despertar el entusiasmo
 ni de los más partidarios

lo de Chacón es como para hacérselo mirar,
 que en cuatro corridas que le hemos visto en Madrid
 en lo que va de año, no ha dejado nada que reseñar

Guernica con mono

Guernica sin mono

Las cosas del "7"