Renan y el derecho de las naciones a suicidarse
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los españoles son fetichistas de una palabra, “voto”, que satisface todas sus fantasías democráticas. No se les deja elegir su gobierno, pero, a cambio, se les vende la ilusión de elegir jefes de partido. Ahora, por ejemplo, suponen que María Soraya ha refutado con sus trisares (el B52 del logo pepero no es una gaviota, que grazna, sino un charrán, que trisa) la ley de hierro de la oligarquía formulada por Robert Michels.
Los españoles tienen del voto una idea de Big Bang, propia de quienes no saben de qué hablan.
La existencia es el primer bien de una nación; y el segundo es el modo de existir. Pero de Cataluña viene en 2018 un trilero exigiendo un referéndum “como el de Escocia”, sin que le salga al cruce para aclararle la diferencia un solo jurista, ni siquiera de los de la escuela orteguiana, que todo lo copió de Renan, incluido aquello de que una nación puede hacer de todo… menos suicidarse.
La nación es un hecho de la Historia, no de la voluntad, y sólo la fuerza puede privarla de su existencia, pero los españoles, que no tienen (y tampoco lo reclaman) derecho a elegir gobierno, piensan que si votan puede decidir lo indecidible.
–No me dejan votar, pero el día que yo vote…
Lo piensan los catalanes del trile del “referéndum escocés” y lo piensan esos loros de la derecha liberalia que a meñique levantado repiten en las barras de Madrid que “la independencia de Cataluña es legal si la votamos todos los españoles”, sin explicar de dónde les viene a ellos un privilegio que no tuvieron las generaciones de cinco siglos.
Pero nuestros liberalios se sueñan Byron inventando el derecho de libre determinación para salvar Grecia, que sería Cataluña, de la garra turca, que seríamos nosotros, y dan alas, con su estulticia, a gobiernos que no han votado para que negocien fórmulas de sedición que en todos los países civilizados constituirían delitos de alta traición.
El voto es un derecho político y la autodeterminación no es un concepto político.