Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Si decimos que en España lo que falla es el habitante no es a humo de pajas. Don Claudio Sánchez-Albornoz, por ejemplo, siempre dijo que con la República acabó la Revolución de Octubre (Largo y Prieto).
–Ella y la “vehementia cordis” que Plinio atribuía ya a los españoles.
Ahora la “vehementia cordis” del sanchismo podría desenterrar a don Claudio, que está en el claustro gótico-cisterciense de la catedral de Ávila (¡la cuna de Casado!), bajo un hermoso epitafio: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”.
Jean Palette nos recuerda la “vehementia cordis” que vio un paisano suyo, Bartolomé Joly, limosnero del rey de Francia, de visita en 1603 con uno del Císter: “Entre ellos los españoles se devoran, prefiriendo cada uno su provincia a la de su compañero, y haciendo por deseo extremado de singularidad muchas más diferencias de naciones que nosotros en Francia”.
–Es su conversación ordinaria. Y si aparece un castellano entre ellos, vedles ya de acuerdo para lanzarse todos juntos sobre él, como dogos cuando ven al lobo.
España, según el 78, se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, pero eso son tautologías, pleonasmos y solecismos ideológicos, pues ningún Estado es individual, ningún Estado es democrático (la democracia no es una forma de Estado, sino de gobierno) y ningún Estado carece de leyes.
En realidad España es un protectorado de Cataluña, con Puigdemont de Alto Comisario, y Sánchez, de Jalifa. ¡Pedro el Jalifa!, llegado al mando por un golpe de Estado de Partidos (lo de Hitler en Weimar) para poner en marcha el programa filantrópico de Soros, sapo Simpson de todas las fábulas en este jardín de infancia.
El Jalifato petrino blinda su “izquierdismo” con sinsentidos que hagan imposible la crítica e impone la nueva “lingua franca” (Scruton) de las humanidades, el galimatías, que ve en los “Principia” de Newton un manual de violación (Harding) o en e=mc2 una ecuación sexualizada (Irigaray).
“Eleuterómanos” somos.