Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Después de la cárcel, Wilde fue feliz sólo con ser libre, oler flores y ver la luna, esa pobre luna blanca y romántica que se nos viene tantas noches a los pies como un perro humilde, pidiéndonos, decía Pemán, una limosna de atención, que es lo que le ha dado Íker Casillas al poner en solfa la pisada de Armstrong.
¿Armstrong pisó la luna o fue un montaje de Kubrick?
El portero Casillas, Premio Príncipe de Asturias del Deporte, cree que fue un montaje de Kubrick, y el astronauta Duque, Premio Príncipe de Asturias de la Cooperación, cree que Armstrong pisó la luna.
Casillas es un ser de luz que una noche se dejó golear por el Manchester City en el Bernabéu porque tenía la cabeza en la desaparición de la Virgen de Navalacruz, su pueblo. Y Duque es un realista ingenuo que se ve tan pichi de demócrata en el espejo, cuando está de ministro en un gobierno-okupa que nadie ha votado.
–Los hechos no cambian, opine la gente lo que opine –contesta al portero el astronauta, quien, sin embargo, se contradice sirviendo a un gobierno de izquierda cuya razón de ser consiste en pasarse los hechos por la entrepierna, que es, decía D’Ors, donde todo hombre lleva su argumento.
A un antecesor del astronauta en el realismo ingenuo y en la cartera, don Fernando de los Ríos, alias Don Suave, sus alumnos consiguieron llevarlo a ver la puesta de sol porque lo convencieron de que en Granada salía un rayo verde de la Alhambra.
Viene, pues, al caso una formulación de Bertrand Russell que impresionó mucho a Einstein:
–El realismo ingenuo nos lleva a la física, y la física, si es verdadera, muestra que el realismo ingenuo es falso. Por ello, el realismo ingenuo, si es verdadero, es falso: por tanto es falso.
Esto lo vimos en la famosa alocución en “defensa de la educación pública” que hizo el ministro, que hablando es más raulista (“Bueno, sí, ¿no?”) que casillista: “La educación privada, que yo di a mis hijos, siempre va corriendo por delante de la pública…”
Un astro, el astronauta.