Abc
Hay que volver a definir el madridismo
¿Qué es el madridismo? Esta pregunta se la hace hasta el New York Times (al decir de Tom Wolfe, un periódico católico patrocinado por judíos para chasquear a los protestantes), donde no acostumbran a preguntarse nada, ni siquiera por Carlos Slim, su amo.
El periodismo NYT es como el caballo “Morante” del rejoneador Diego Ventura que, si podía, mordía al toro. En los 90, el NYT tenía un corresponsal en Madrid que hizo un reportaje turístico de la capital contando que en los bares de la Plaza Mayor alternaban reyes y toreros que tiraban las mondas de las gambas al suelo. Ahora su corresponsal deportivo ha salido con el cuento del nuevo madridismo. Dice que los últimos cuatro años del Real Madrid han sido todo, menos normales: “No sólo por esos tres triunfos en la Liga de Campeones, en Lisboa, Milán y Cardiff, sino por la forma en que se lograron”. No falta, por supuesto, la coletilla NYT:
–Hay una falta de democracia.
Aquí tenemos otro periodista que nunca ha oído hablar de la ley de hierro de la oligarquía formulada por Robert Michels a propósito de los partidos políticos (“en autocracia o en democracia, siempre gobernará una minoría”), y en cualquier caso, ¿a quién importa la democracia en un club de fútbol?
El madridismo de Pérez no es el madridismo de Bernabéu. El madridismo de Bernabéu era, en frase del mismo Bernabéu, ganar en primavera, porque eso suponía ganar la Liga, que daba paso a jugar la Copa de Europa. Hoy, la Copa de Europa se juega desde el cuarto puesto, y con las piernas descansadas de no tener que disputar ni la Liga ni la Copa del Rey.
La actual Copa de Europa es una competición de siete partidos (octavos, cuartos, semifinal y final) que, realmente, arranca en febrero y termina en mayo. Con eso, ya eres el mejor. En Navidad, para mantener el nombre en lo alto del cartel, ganas al Gremio brasileño en un partido y eres campeón del mundo. Compárense estas hazañas con las que ofrece una Liga de treinta y ocho partidos o una Copa del Rey contra el Fuenlabrada o el Leganés. Industrialmente, este planteamiento lo inventaron los Harlem Globetrotters, y tiene la consecuencia social de que el piperío se siente cosmopolita.
–Si te gusta el fútbol, nada como una final de Champions –repite cada día, video en mano, el camarero del bar de abajo a los parroquianos–. Yo estuve en Cardiff, sin comer, sin beber y sin dormir, y aún me queda un año de pagar el crédito. Pero ¿en qué te lo vas a gastar, si no?
Estas ansiedades son madres de pérfidas fatigas: por ejemplo, las que el pipero común está pasando con las cosas que dice Unai Émery, que habla como Curro Fetén.
–Para ser figura del toreo –dijo una vez Fetén en su radio– hay que mandar. Y aquí Fulano no manda. Y si manda, aquí no llega.
Émery, víctima de dos árbitros caseros “a la europea” en Barcelona y en Madrid, da a entender que para ser campeón de Europa hay que mandar, y que el PSG no manda; y si manda, no llega (adonde tenga que llegar).
–¡Me gustaría tener al mismo árbitro con los mismos criterios! –dice Émery a quien lo quiera escuchar.
Y el pipero, que es un poco como la María de los Costus, entra en pánico. “¡Mira que si la Uefa se pone a compensar lo de Barcelona y Madrid!...” “Mira que si a la Uefa no le interesa que la Copa la gane siempre el mismo!...” Cuando en realidad el único temor del pipero debe ser: “¡Mira que si en París saca Émery a Di María!...”
Porque Zidane seguirá igual: nunca será ni buen ni mal entrenador. Zidane será siempre el hombre que oye voces: le basta con ponerse, a modo de caracolas, una “Orejona” en cada oreja.
CEBALLOS O LA FUERZA DEL SINO
Ceballos volvió a la Palmera, pero con el Madrid, que debió dejarlo otro año, o quizás todos los años, en el Betis, con Setién, donde jugaba ese fútbol de birlibirloque en el que históricamente se distinguieron los genios béticos. Ceballos o la fuerza del sino. La impresión es que el Madrid fichó a Ceballos sólo para que a Ceballos no lo fichara el Barcelona. Política de empresa, que podría llevar a los fichajes de Pogba y de Hazard. Pogba es el paquete más caro del fútbol moderno, y a quien habría que fichar es al agente que lo colocó en el United por el dinero que costó Cristiano. Y Hazard, desde luego inferior a Asensio, es el jugador más bonito del fútbol británico, donde hizo una temporada sobresaliente con Mourinho, si bien a la siguiente dejó claro a todo el mundo que no volvería a correr más.