Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Iba a ser “Camino Cuenca”, porque tenían firmada una gala en Cuenca y porque así se les “engorilaba” la musa del amanecer en aquel bar de los taxistas en la madrileña plaza de Roma, pero fue “Camino Soria”.
–Pasó que Cuenca no rimaba con nada –dice Edi Clavo, batería de Gabinete Caligari, en un libro (¡otro!) sobre el disco final (¡el “Requiem”!) de la Movida.
Cuenta Edi que a ellos, madrileñistas por la gracia de Las Ventas del Espíritu Santo, les repelía el cosmopolitismo impostado de los ases de la Movida: “Groenlandia” (Zombies), “Cita en Hawai” (La Mode), “Hawai Bombay” (Mecano), “Lobo-hombre en París” (La Unión), “Venezia” (Hombres G)… Y tiraron… “Camino Soria”.
–Gabinete Caligari deixa el caliu dels bars i camina cap a Sória –titularon en Barcelona, donde no se sabría de Soria hasta el 96, cuando el “Drean Team” de Cruyff visitó al Numancia en “Los Pajaritos”.
Frente al cosmopolitismo de galletita china (“Todos los hombres del interior de los cuatro mares son hermanos”), el madrileñismo de botín (de los botines blancos que Clavo se mercaba en Alvarado de la Gran Vía a los botines color corinto y tacón cubano de Urrutia), que no es casticismo, y ellos, que por taurinos entienden de “casta”, lo saben. Los cosmopolitas de entonces les decían fachas, y los de hoy les dirían… “populistas”.
Ay, el cosmopolitismo, que es elitismo de pan “pringao”. Victor Davis Hanson, el único analista serio que hay en circulación, dice que el elitismo de este siglo proviene del divorcio del trabajo manual y de la ignorancia general del mundo debajo de una capa de títulos: un elitismo dedicado a contrastar su supuesta iluminación con la supuesta ignorancia de todos los demás.
–La frustración con la incompetencia crónica de la élite fue el tema del trumpismo. Después de medio siglo de “niños geniales”, “los mejores y más brillantes” y “somos los que habéis estado esperando”, los estadounidenses finalmente bostezaron y siguen adelante.
Camino Soria.
Iba a ser “Camino Cuenca”, porque tenían firmada una gala en Cuenca y porque así se les “engorilaba” la musa del amanecer en aquel bar de los taxistas en la madrileña plaza de Roma, pero fue “Camino Soria”.
–Pasó que Cuenca no rimaba con nada –dice Edi Clavo, batería de Gabinete Caligari, en un libro (¡otro!) sobre el disco final (¡el “Requiem”!) de la Movida.
Cuenta Edi que a ellos, madrileñistas por la gracia de Las Ventas del Espíritu Santo, les repelía el cosmopolitismo impostado de los ases de la Movida: “Groenlandia” (Zombies), “Cita en Hawai” (La Mode), “Hawai Bombay” (Mecano), “Lobo-hombre en París” (La Unión), “Venezia” (Hombres G)… Y tiraron… “Camino Soria”.
–Gabinete Caligari deixa el caliu dels bars i camina cap a Sória –titularon en Barcelona, donde no se sabría de Soria hasta el 96, cuando el “Drean Team” de Cruyff visitó al Numancia en “Los Pajaritos”.
Frente al cosmopolitismo de galletita china (“Todos los hombres del interior de los cuatro mares son hermanos”), el madrileñismo de botín (de los botines blancos que Clavo se mercaba en Alvarado de la Gran Vía a los botines color corinto y tacón cubano de Urrutia), que no es casticismo, y ellos, que por taurinos entienden de “casta”, lo saben. Los cosmopolitas de entonces les decían fachas, y los de hoy les dirían… “populistas”.
Ay, el cosmopolitismo, que es elitismo de pan “pringao”. Victor Davis Hanson, el único analista serio que hay en circulación, dice que el elitismo de este siglo proviene del divorcio del trabajo manual y de la ignorancia general del mundo debajo de una capa de títulos: un elitismo dedicado a contrastar su supuesta iluminación con la supuesta ignorancia de todos los demás.
–La frustración con la incompetencia crónica de la élite fue el tema del trumpismo. Después de medio siglo de “niños geniales”, “los mejores y más brillantes” y “somos los que habéis estado esperando”, los estadounidenses finalmente bostezaron y siguen adelante.
Camino Soria.