LO TOROS VISTOS POR EL QUE PAGA
Fata Morgana en Las Ventas
José Ramón Márquez
Día 1 después del tsunami y aquí seguimos esperando a ver si don Javier Cano Seijo tiene la decencia de presentar su dimisión como Presidente de Las Ventas por manifiesta incompetencia para el cargo, o bien si su jefe, sea quien sea, tiene los arrestos de mandarle a su casa a que vea los toros por esa albarda llena de sandeces que se llama Canal +, a pasarlo bomba sacando pañuelicos azules cada vez que asomen la jeta el Zaius, el Temple o el Gasolino.
Hoy nos habían preparado otra de estas encerronas a que ya nos tienen acostumbrados los Choperón Father & Son, un cartel inconcebible en el que nada casa entre sí, con Urdiales, Fandila y Fandiño y toros de Medianillos Ganadera, S. L. franquiciados como Victoriano del Río y como Toros de Cortés, que es exactamente lo mismo que Victoriano del Río pero con el nombre de Cortés, porque don Victoriano del Río se llama de segundo apellido Cortés, y se ve que el hombre habrá querido tener una vacada, hierro, divisa y antigüedad en memoria de su señor padr,e y otra lo mismo, pero en memoria de su señora madre.
Estos toros de don Victoriano los cría en Guadalix de la Sierra y allí cuentan los que han estado que en la Plaza de tientas de la ganadería hay un reducto, aislado perfectamente, en el que se mete el ganadero para ver el comportamiento de sus animales, lo mismo los de Cortés que los otros, y tomar sus anotaciones sin ser disturbado de tan crucial misión por nada ni nadie. En la soledad de su cubil, don Victoriano rumia los conceptos de la genética, desde Mendel acá, y anota sus apreciaciones en el comportamiento de los animales de forma metódica. Total, como son suyos, puede hacer con ellos lo que le dé la gana. Él selecciona y elige lo que le parece bien y así va armando su ganadería desde 1985 que se la compró.
Como es natural y procediendo el ganado de diversas ramas domecqticadas, lo que se pretende es que los bichos se ajusten a lo que con tanta insistencia dice el programa en la página 18: que se arranquen pronto y que lo hagan galopando con alegría y fijeza en los trastos de torear. Sobre todo la alegría, ¡que nunca falte la alegría!, éso jamás. De los seis que mandó a Madrid el único que se atuvo a la profecía del programa fue el segundo, Vampirito, número 78, que tuvo galope y fijeza y también su alegría, ¡que nunca falte! En el punto opuesto estuvo el tercero, Celoso, número, 123, cansino e introspectivo, lento de movimientos y lánguido como uno de aquellos New Romantic de nuestras juventudes. Entre esos dos polos se movió la corrida, en la que hubo dos que sacaron su genio, el cuarto, Casero, número 106, y el quinto, Impuesto, número 125, o acaso algo más que genio. En cualquier caso la corrida no fue lo que se podía presuponer a la vista de la ganadería: además de mostrar cierta blandura de remos, derrotaron en tablas sacando astillas, les pegaron en varas, sembraron el desconcierto haciendo caer las herramientas de las manos de matadores y peones, obligaron a unos cuantos de los de plata y a uno de oro a tomar el infamante olivo, y hasta propinaron una cornada grave a Domingo Valencia, tercero en la cuadrilla de Fandila. Los toros iban muy armados -peste de fundas-, con mucha leña para lo que es el encaste; se ve que ahí entra la selección de don Victoriano en su cubil. Como siempre decimos, sinceramente no creemos que lo que don Victoriano busque con su genética y sus líneas y reatas sea esto, porque si quisiese algo más vivo, más agresivo, no estaría anclado en el encaste del toro artista. Por decirlo de otra manera, los toros de Medianillos Ganadera S. L. da la impresión de que se han pasado al art brut, camino que lleva directamente al outsider art, como es bien sabido.
Segunda tarde en Madrid de Urdiales en este San Isidro de Pasión que le ha tocado en suerte. No dábamos un duro por sus opciones de triunfo con los cuvillejos, hijos de Idílico, ni con los Medianillos Ganadera S. L., y la cosa se ha confirmado. A este hombre alguien le ha vuelto loco. A estas alturas Urdiales ya no sabe si nació en Arnedo o en Arnedillo, si es torero clásico o artista, si va o viene. A Urdiales, a punto de cumplir los cuarenta años, le han hecho un lío morrocotudo del que no le queda otra que salir con su verdad ante lo suyo: él solo y enfrente los de Adolfo Martín. No hay más. Nunca entendimos cómo a un torero tan frágil en sus planteamientos, un torero que no puede presentar un triunfo inapelable en Madrid, le convenzan para venir tres tardes a una feria en la que los de tres tardes -Ponce, July, Morante, Perera, Manzanares III, Talavante...- vienen, como aquél que dice, una o ninguna y, además, se quedan tan contentos. Ilusión del riojano por verse en los carteles de San Isidro tal y como alguna vez habría soñado, pero regalo envenenado a la postre porque él es torero de grandes virtudes, innegables, y también de grandes carencias. Y para no discutir basta con echar un ojo a su palmarés. En su primero, casi todo lo que intentó le salió mal, incluidos los naturales de frente marca de la casa. En su segundo, en vez de tirar de repertorio lidiador, dejó que el toro le comiese completamente la partida, toreando más el toro al torero que el torero al toro. Mal, sin paliativos.
A Fandila le pasa lo mismo que a las rayas del ruedo. El que no sabe nada de los toros se solivianta una barbaridad cuando ve que el caballo pasa un poco de la raya exterior. Nada hay que saber ni entender de toros para ejercer esa censura y para quedar como hombre íntegro y defensor de la pureza de una suerte de la que todo se ignora. Con Fandila todo el mundo encuentra que es torero harto censurable, por su estilo bullidor y pueblerino que hace pensar a los mismos que protestaron lo de la raya que censurándole adquieren aún mejor vitola de sabios taurómacos, lo mismo que tantos que van a la Plaza extasiados de antemano con Morante, el Mofletes de la Puebla, acaso sin haberle visto torear jamás. Fandila no engaña a nadie con sus pares de banderillas acelerados y pasados, y menos aún con sus trasteos basados en los mismos principios que los que presentó el otro día Manzanares III, aunque con menos estética personal. Fandila torea como July, pero mejor, menos encorvado, y sus tauromaquias están exactamente basadas en los mismos principios de cobrar cuanta ventaja sea posible y de tener al toro en movimiento. Prácticamente todo el festival orejero que llevamos en el San Isidro 2015 está basado en esos mismos principios, y sin embargo al que toca pitar es a Fandila. Su primero fue el toro bueno y repetidor de la corrida al que tundió a muletazos fueracacho, cites en uve mayúscula y pata atrás... lo mismo que casi todos. Su segundo exigía oficio de lidiador, metía sustos y no era nada grato estar frente a él, por lo que viendo que nadie le hacía ni caso optó por despenar al animal sin importarle un ardite si las gentes le silbaban y le censuraban su falta de ardor guerrero y de espíritu de lucha.
Y Fandiño, en su tarde segunda en Las Ventas tras el Domingo de Ramos. Por más que lo intentó con su primero, el cacho de soso de Celoso, la cosa era como lo de sacar leche de una alcuza. Ahí, a fuerza de tesón le arrancó un par de naturales... yo qué sé... nada y menos. En su segundo, brindado al público, dio la sensación de que no le salía nada de lo que intentaba: siempre había algo que estropeaba el muletazo, un enganchón, una descolocación, una arrancada... siempre había algo inconveniente, como una piedra atravesada en el camino de la faena y luego otra, y otra. El público apenas se metió con él -para eso ya tenemos a Fandila-, aunque en opinión de un aficionado de la Andanada a Fandiño, en la VISA de Las Ventas, ya le va quedando poco saldo.
Hoy, por undécima tarde en San Isidro, volvió a picar Óscar Bernal y recibió justas palmas por su labor con el primero de la tarde, Descreído, número 160.
Hoy nos habían preparado otra de estas encerronas a que ya nos tienen acostumbrados los Choperón Father & Son, un cartel inconcebible en el que nada casa entre sí, con Urdiales, Fandila y Fandiño y toros de Medianillos Ganadera, S. L. franquiciados como Victoriano del Río y como Toros de Cortés, que es exactamente lo mismo que Victoriano del Río pero con el nombre de Cortés, porque don Victoriano del Río se llama de segundo apellido Cortés, y se ve que el hombre habrá querido tener una vacada, hierro, divisa y antigüedad en memoria de su señor padr,e y otra lo mismo, pero en memoria de su señora madre.
Estos toros de don Victoriano los cría en Guadalix de la Sierra y allí cuentan los que han estado que en la Plaza de tientas de la ganadería hay un reducto, aislado perfectamente, en el que se mete el ganadero para ver el comportamiento de sus animales, lo mismo los de Cortés que los otros, y tomar sus anotaciones sin ser disturbado de tan crucial misión por nada ni nadie. En la soledad de su cubil, don Victoriano rumia los conceptos de la genética, desde Mendel acá, y anota sus apreciaciones en el comportamiento de los animales de forma metódica. Total, como son suyos, puede hacer con ellos lo que le dé la gana. Él selecciona y elige lo que le parece bien y así va armando su ganadería desde 1985 que se la compró.
Como es natural y procediendo el ganado de diversas ramas domecqticadas, lo que se pretende es que los bichos se ajusten a lo que con tanta insistencia dice el programa en la página 18: que se arranquen pronto y que lo hagan galopando con alegría y fijeza en los trastos de torear. Sobre todo la alegría, ¡que nunca falte la alegría!, éso jamás. De los seis que mandó a Madrid el único que se atuvo a la profecía del programa fue el segundo, Vampirito, número 78, que tuvo galope y fijeza y también su alegría, ¡que nunca falte! En el punto opuesto estuvo el tercero, Celoso, número, 123, cansino e introspectivo, lento de movimientos y lánguido como uno de aquellos New Romantic de nuestras juventudes. Entre esos dos polos se movió la corrida, en la que hubo dos que sacaron su genio, el cuarto, Casero, número 106, y el quinto, Impuesto, número 125, o acaso algo más que genio. En cualquier caso la corrida no fue lo que se podía presuponer a la vista de la ganadería: además de mostrar cierta blandura de remos, derrotaron en tablas sacando astillas, les pegaron en varas, sembraron el desconcierto haciendo caer las herramientas de las manos de matadores y peones, obligaron a unos cuantos de los de plata y a uno de oro a tomar el infamante olivo, y hasta propinaron una cornada grave a Domingo Valencia, tercero en la cuadrilla de Fandila. Los toros iban muy armados -peste de fundas-, con mucha leña para lo que es el encaste; se ve que ahí entra la selección de don Victoriano en su cubil. Como siempre decimos, sinceramente no creemos que lo que don Victoriano busque con su genética y sus líneas y reatas sea esto, porque si quisiese algo más vivo, más agresivo, no estaría anclado en el encaste del toro artista. Por decirlo de otra manera, los toros de Medianillos Ganadera S. L. da la impresión de que se han pasado al art brut, camino que lleva directamente al outsider art, como es bien sabido.
Segunda tarde en Madrid de Urdiales en este San Isidro de Pasión que le ha tocado en suerte. No dábamos un duro por sus opciones de triunfo con los cuvillejos, hijos de Idílico, ni con los Medianillos Ganadera S. L., y la cosa se ha confirmado. A este hombre alguien le ha vuelto loco. A estas alturas Urdiales ya no sabe si nació en Arnedo o en Arnedillo, si es torero clásico o artista, si va o viene. A Urdiales, a punto de cumplir los cuarenta años, le han hecho un lío morrocotudo del que no le queda otra que salir con su verdad ante lo suyo: él solo y enfrente los de Adolfo Martín. No hay más. Nunca entendimos cómo a un torero tan frágil en sus planteamientos, un torero que no puede presentar un triunfo inapelable en Madrid, le convenzan para venir tres tardes a una feria en la que los de tres tardes -Ponce, July, Morante, Perera, Manzanares III, Talavante...- vienen, como aquél que dice, una o ninguna y, además, se quedan tan contentos. Ilusión del riojano por verse en los carteles de San Isidro tal y como alguna vez habría soñado, pero regalo envenenado a la postre porque él es torero de grandes virtudes, innegables, y también de grandes carencias. Y para no discutir basta con echar un ojo a su palmarés. En su primero, casi todo lo que intentó le salió mal, incluidos los naturales de frente marca de la casa. En su segundo, en vez de tirar de repertorio lidiador, dejó que el toro le comiese completamente la partida, toreando más el toro al torero que el torero al toro. Mal, sin paliativos.
A Fandila le pasa lo mismo que a las rayas del ruedo. El que no sabe nada de los toros se solivianta una barbaridad cuando ve que el caballo pasa un poco de la raya exterior. Nada hay que saber ni entender de toros para ejercer esa censura y para quedar como hombre íntegro y defensor de la pureza de una suerte de la que todo se ignora. Con Fandila todo el mundo encuentra que es torero harto censurable, por su estilo bullidor y pueblerino que hace pensar a los mismos que protestaron lo de la raya que censurándole adquieren aún mejor vitola de sabios taurómacos, lo mismo que tantos que van a la Plaza extasiados de antemano con Morante, el Mofletes de la Puebla, acaso sin haberle visto torear jamás. Fandila no engaña a nadie con sus pares de banderillas acelerados y pasados, y menos aún con sus trasteos basados en los mismos principios que los que presentó el otro día Manzanares III, aunque con menos estética personal. Fandila torea como July, pero mejor, menos encorvado, y sus tauromaquias están exactamente basadas en los mismos principios de cobrar cuanta ventaja sea posible y de tener al toro en movimiento. Prácticamente todo el festival orejero que llevamos en el San Isidro 2015 está basado en esos mismos principios, y sin embargo al que toca pitar es a Fandila. Su primero fue el toro bueno y repetidor de la corrida al que tundió a muletazos fueracacho, cites en uve mayúscula y pata atrás... lo mismo que casi todos. Su segundo exigía oficio de lidiador, metía sustos y no era nada grato estar frente a él, por lo que viendo que nadie le hacía ni caso optó por despenar al animal sin importarle un ardite si las gentes le silbaban y le censuraban su falta de ardor guerrero y de espíritu de lucha.
Y Fandiño, en su tarde segunda en Las Ventas tras el Domingo de Ramos. Por más que lo intentó con su primero, el cacho de soso de Celoso, la cosa era como lo de sacar leche de una alcuza. Ahí, a fuerza de tesón le arrancó un par de naturales... yo qué sé... nada y menos. En su segundo, brindado al público, dio la sensación de que no le salía nada de lo que intentaba: siempre había algo que estropeaba el muletazo, un enganchón, una descolocación, una arrancada... siempre había algo inconveniente, como una piedra atravesada en el camino de la faena y luego otra, y otra. El público apenas se metió con él -para eso ya tenemos a Fandila-, aunque en opinión de un aficionado de la Andanada a Fandiño, en la VISA de Las Ventas, ya le va quedando poco saldo.
Hoy, por undécima tarde en San Isidro, volvió a picar Óscar Bernal y recibió justas palmas por su labor con el primero de la tarde, Descreído, número 160.
El dulce caramillo taurino
Luis Miguel
Mantilla y dulzainero
Aresti
El programa
Ramoneo por los Victorianos
El Oriente
Moreno Bermejo
Coca-Cola
Don Fernando, que se ha pasado de Morante a Urdiales, instruyendo a los pequeños
El ojo de Zaius
Glamour
El sinvivir de Abella
Journal des savants
El techo de la andanada se cae a cachos
Si lo necesitas, silba
Juventud
La Rioja
Urdiales, que ahora tiene que ser artista
La lengua victoriana
Fandila
Los restos del 7 la tomaron con él por postureo: fue el mejor de la terna
Fandila citando
Desarme
Rosco, desnortado
Fandiño...
...no ha vuelto...
...de su Domingo de Ramos
El saludo de Miguel Martín
La merienda
El canapé
Los bocatas de Telemadrid
El antiguo verde gay
La cogida de Domingo Valencia
Camino de la enfermería
Urdiales en plan Ordóñez
¡Yú!