miércoles, 20 de mayo de 2015

La de Alcurrucén. Nos quedamos con las ganas de haber visto a Roca Rey con estos toros

LOS TOROS VISTOS POR EL QUE PAGA

El calcetero Cumbre-Roja

José Ramón Márquez

La pobre entrada del día de hoy y la manera en que poco a poco se fue vaciando la Plaza a medida que pasaba el tiempo es la mejor medida para quien quiera tener un criterio objetivo con el que ir juzgando la tarde. A lo poco atrayente del cartel se sumó lo desapacible de la tarde y más pronto que tarde las gentes empezaron a poner los pies en polvorosa, primero los ancianetes de las andanadas a ellos reservadas y seguidos después por centenares de personas que no estimaron oportuno ver cómo se arrastraba al cuarto, o al quinto, o al sexto.

En el cartel estaba anunciada la segunda de las tres corridas que los Hermanos Lozano le han colocado en el serial  a Choperón Father & Son. Hoy tocaba la primera comparecencia del hierro de Alcurrucén, por así decir el Alcurrucén de los pobres, en contrapunto al Alcurrucén de los ricos, que será el día 27 con el que se anuncian el Mofletes, también llamado Nivelator por su afición a allanar los ruedos, el Pasmo de San Blas y Le Coq, en feliz hallazgo de un revistoso. 18 toros entre Alcurrucenes y Cortijillos. 18 bocas que han salido de la dehesa para no volver, con lo que se comen los animalitos, eso es como si a los Lozano Bros. les hubiese tocado la pedrea.

Hoy han traído una corrida seria, algo dispareja en presentación, a veces bronca y otras dejándose y, por así decirlo, mansa, aunque tirando hacia la buena condición, pues después de todas las perrerías que se les han hecho, de la ausencia de lidias ordenadas, de los capotazos y pasadas en falso que se han tragado, parece mentira que los animales no hayan desarrollado unas condiciones más reservonas o más mala baba, que es lo que correspondía. Un ejemplo, para no aburrir: en el desarrollo del primer tercio del quinto, Peladito, número 15, con ambos picadores a unos metros a derecha e izquierda de la puerta de cuadrillas, con el toro corriendo del uno al otro y luego saliendo suelto y a su bola, había en el ruedo 13 personas vestidas de oro, de plata y de azabache, dos pencos guateados en keblar y un toro de capa negra, listón y lucero. Quince elementos en el ruedo, y cada cual a lo suyo. Ni orden ni concierto.

Decíamos que la corrida salió bastante interesante, con toros que demandaban más atención de la de todos los días. El primero, un colorado que atendía por Amoroso, ¡número 69 para más precisión!, era un tío, largo, bien musculado y serio. Toro encastado y duro, parecía óptimo para que Antonio Ferrera desarrollase su poderío, para establecer una emocionante pelea de poder a poder, pero lo mismo que se alivia en las banderillas pensaría que lo mejor era aliviarse en el último tercio, que hay más días que longanizas, no vaya a ser que tengamos un percance. Con argumentos de bastante baja intensidad, tales como los que presentó en Sevilla ante el de Victorino en aquella faena tan cacareada, fue incapaz de hacer llegar al tendido la sensación no ya de que  estaba toreando al toro, cosa harto imposible, pues no remató por bajo ni uno solo de los muletazos que trazó, sino de que era él quien dominaba la situación. Pobre imagen la de Ferrera en su primero en Madrid.

A continuación estaba anunciado Juan Bautista (Jean Baptiste Poquelin, dit Moliére, né a Paris..., comenzaba aquella inolvidable lección dictada por la señorita Molinier), pero éste que nos ocupa né á Arlès y es el mismo que estuvo en Las Ventas el domingo pasado con la del Montecillo y que tan poco se significó en esa tarde. Era su primero el toro Palillo, número 200, el primero de los dos buenos toros que le enlotaron por la mañana. El animal cumplió en varas, se dejó en banderillas y llegó al último tercio con ganas de colaborar y no aguar la fiesta al francés, pero éste, en vez de aprovechar las evidentes bondades del toro, se aplicó en construir una faena insulsa basada en el deprimente cite con el pico de la muleta, situándose el torero bien lejos de la más imposible trayectoria del toro, vaciando las embestidas donde Cristo perdió el gorro y dejando hueco en los pases entre él y el toro como para que entrase atravesado el autobús articulado de la línea 27. Argumentos, como se puede comprobar, de muy escasa enjundia taurina, por más que nos quieran convencer de lo contrario.

En tercer lugar salió el toro más chico del encierro, el de menos plaza de los seis, que recibió sus correspondientes silbidos por esa razón y por algunos renqueos de que adoleció. Atendía el animalito por Cumbre-Roja, número 30, negro con bragas y calcetines. Tampoco se comía a nadie, pero tuvo la mala fortuna de que su matador fuese Pedrito el Capea con lo que las más mínimas posibilidades de lucimiento se esfumaban como el humo de cuando la gente fumaba en los bares. Anduvo Pedrito el hombre con su manta zamorana, con su velamen de Juan Sebastián Elcano que lleva por muleta a ver qué le sacaba en claro al Cumbre-Roja y lo único que sacó fue los pies fríos y la cabeza caliente, aunque bien es verdad que puso a la gente a cavilar, pues en muchos espectadores e incluso aficionados, durante el trasteo de este tercero nació la firme resolución de abandonar la Plaza al morir el quinto.

Antes de salir el cuarto un par de señores que se habían sentado allí al lado extraen de una especie de bolso de Mary Poppins dos extraordinarios bocadillos de chorizo de tamaño descomunal envueltos en papel de aluminio; en el momento que atacan con la fiereza de sus buenas dentaduras al pan; esa actitud y la colocación lateral de los emparedados dispuestos así para favorecer la tracción con ambas manos en orden al desgarro del pan, nos  trajo el imborrable recuerdo del gran Emmanuel Pahud, eminente intérprete, flautista genial en la Filarmónica de Berlín.

Tampoco podemos decir que el cuarto fuese la fiera corrupia. Arrogante, número 39 fue durante el ratito que tuvimos el honor de conocerle, un toro de clara y noble intención. No se está diciendo que fuese la tonta del bote que le tocó el día anterior a Posada de las Maravillas, pues el toro tenía presencia e imponía respeto. De nuevo parecía que se le brindaba a Ferrera la oportunidad de desarrollar una labor técnica presentando argumentos de lidia, que él conoce, pero se ve que no era esta la tarde del extremeño, que, guarecido entre los tendidos 4 y 5, desgranó sus trapazos sin que nadie le dijese ni mú.

El quinto, para hacer bueno el dicho, no tuvo nada de malo para el asunto muleteril. Peladito, número 15, fue sin lugar a dudas el mejor toro para el toreo de los seis Alcurrucén. Embestida suave y templada pero con vibración, atento a lo que pasaba y no demasiado exigente para con su matador el Peladito aceptaba ser citado de cualquier manera, desde cualquier sitio y él la mayoría de las veces acudía presto a la llamada del trapo rojo. Con este toro tan propicio y repetidor, toro para poner en circulación a un torero que tuviese algo que decir, Juan Bautista se enfrascó en ofrecer a los que íbamos quedando en los tendidos otra ración del mismo ricino que nos dio en su primero. Como el bicho se movía de acá para allá, las bondadosas gentes tomaron eso como toreo del bueno y no veas los aplausos que metieron, que parecía que allí abajo estaba ocurriendo algo. Cómo será la cosa o cómo estaría la banda de aburrida que cuando le dejó una estocada arriba y el animal rodó, hubo hasta quien le pidió la oreja. Ya se sabe que salir de los toros sin poder contar lo de la oreja es algo que preocupa sobremanera a cierto público y a cierta crítica.

Y por fin el sexto, Guitarra, número 13, el segundo más chico del encierro, y de nuevo ante nosotros Pedrito, el hombre, con su bagaje a cuestas, y bagaje en este caso quiere decir los doscientos trapazos que le arreó al pobre bicho que no se metía con nadie, como queriendo tomar venganza contra los que nos habíamos quedado a verle a despecho del cierzo.

 La papela de Abella

 La tónica

 El programa

 Ramoneo por Alcurrucén

 La primera en la frente

 La cal

 La arena

 Lo gremial

 El callejón

 La corbata

 El nido de Abella

 Ferrera, Bautista, Capea

Quetzalcóatl

 Florito

 Juego de piernas

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Camino de Santa Fe

 La mula

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 Tirafondo juliano

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Gargantúa

A lo Laín Entralgo

La merienda

Descalzaperros

Cuando mayo marcea

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El selecto público de Feria

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