martes, 22 de noviembre de 2022

"El Pacto de la Sedición"

Ortega y Gary Cooper, de quien el filósofo

 portó siempre un retrato en su cartera

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Así lo llaman sus perpetradores: es el lenguaje bárbaro de los Josués de la Transición llevando el Arca del Pacto a la tierra prometida (pasteleada) del “Estado Compuesto” con una veintena de tribus errantes.


    ¿Qué significa pacto? Pacto, en política, significa componenda, es decir, oligarquía. ¡Nuestra famosa oligarquía de partidos! Si hay pacto, no hay democracia, pero esto no lo sabe un país que lleva medio siglo oyendo que democracia es el arte de pactar. ¿Qué es el catalanismo sino pactismo? Y de la necesidad de pactos surge la corrupción, cuya apoteosis sería “el Pacto de la Sedición”.


    –¿Quién, yo? Pero ¿tú sabes quién soy yo? Soy un hijo espiritual de don Francisco Pi y Margall y firmé con él el pacto sinalagmático de la república federal, y un hombre sinalagmático no puede difundir la prensa que hizo fracasar el pacto sinalagmático. Lo sinalagmático es lo bilateral. ¿Te enteras? –decía Venancio, el vendedor de periódicos de Cañabate para negarse a vocear el ABC.


    ¿Qué significa sedición? Por el único pensador político que estudió “la anomalía española”, sabemos que en el franquismo, porque el Régimen procedía de un alzamiento, los delitos de rebelión y sedición fueron sacados de su sitio (delitos contra el Estado y la Nación) y desviados hacia el orden público. El parchís kelseniano de la Santa Transición (de oca en oca y tiro porque me toca) sólo tuvo que reorganizar el juego: sobre la masa madre del Código del 73, los pasteleros del 95 amasaron la rebelión como delito… ¡contra la Constitución!, y la sedición, como delito… ¡contra el orden público!


    La cosa, desde el principio, fue que nunca pudiera ser perseguida la sedición, razón por la cual las resoluciones del Tribunal Constitucional no fueron de obligado cumplimiento hasta la reforma de Rajoy (por otros motivos), y aun así ahí tenemos, sin sanción, los confinamientos anticonstitucionales de la llamada pandemia. Ahora, como diría la Jurado, ya es tarde, y el final de la Nación española que fue queda en manos de las cabezas jurídicas de los Bolaños y los Pons, cuya ciencia del Derecho es la ciencia matemática del Consenso (la repartija).


    A algunos se les hacía bola en el cerebro sólo de pensarlo, pero hemos llegado al punto en que nos dejó Ortega, sacado, enfermo, de casa en angarillas y de madrugada, cuando los energúmenos de la República lo trasladaron al Congreso para que aclarara el sueño francmasón de una España como la de Venancio el quiosquero, hoy triunfante. Para aquellos energúmenos, escribe Camba, era lo mismo ensamblar las piezas de un puzzle, a fin de formar un cuadro, que coger un cuadro y hacerlo añicos, al objeto de crear un puzzle. ¡El Pacto de la Sedición!


    –Está que muerde el filosofazo –fue el siseo de Azaña, incapaz de soportar que alguien escribiera y hablara mejor que él.


    Y no. No es Sánchez. Es (de la ley a la ley) el Régimen.

 

[Martes, 15 de Noviembre]