jueves, 3 de noviembre de 2022

Arte. Mondrian. Al fraude artístico unen el fraude intelectual


 

 

La idea de Mondrian era borrar del arte toda huella de la naturaleza, a fin de alcanzar la belleza pura con una contraimagen geométrica de la misma, mediante cuadrados y rectángulos en rojo, amarillo, azul, blanco y negro. Ese método lo dedujo de la obscura filosofía de Schoenmakers, que explicaba el universo con místicas líneas horizontales y verticales.

     Mondrian convirtió el gran arte de la pintura en una obra impersonal, anónima, que excluía por completo todo atisbo de personalidad individual del artista en la expresión de figuras de geometría plana sin posibilidad de transmitir emoción. Tanto el movimiento exterior en el espacio como el interior en los estados de ánimo, sólo podían representarse con posiciones estáticas de distintos cuadraditos azules y rojos, dentro de un cuadrado dividido en cuadrículas blancas trazadas con rayas amarillas, como calles por donde se desplazaba el móvil. Así pintó Mondrian, que era muy aficionado a bailar, sus pasos por una pista de Broadway a los sones de un Boggie-Woogie, cuando visitó Nueva York. Un óleo sobre una tela cuadrada, de 127 por 127 cm., que se conserva en el Museo de Arte Moderno de N.Y. Un verdadero fraude objetivo.

    No creo en la sinceridad de la crítica de arte que ensalza, como si fueran pintores geniales, a meros dibujantes de regla y compás que alcanzan a pintar muestrarios de colores en gamas menos matizadas que las ofrecidas por la industria química de la pintura, y que además tienen la ridícula pretensión de hacernos creer que sus infantiles creaciones expresan la filosofía de la igualdad comunista o la teología mística del socialismo calvinista. Al fraude artístico unen el fraude intelectual. Quisieron crear un arte para todos, y han conseguido un arte para nadie. Un no arte.

     Salvo el artista belga Georges Vantongerloo, ninguno de los miembros del grupo De Stijl destacó como pintor o escultor. El fundador del grupo y del periódico que en 1917 dio nombre al movimiento, Van Doesburg, abandonó la pintura por la arquitectura, después de reconocer que el arte lo entendían como fenómeno de poder: «No es proletario, ni burgués. Tampoco se encuentra determinado por las condiciones sociales, pero desarrolla poderes que a su vez determinan la cultura en su conjunto».

 Buchholz renegó de su pintura mondrianista. Dexel dejó de pintar durante treinta años. Richter se pasó al cine abstracto y al surrealismo. César Domela apenas dedicó cuatro años de juventud a la pintura holandesa que condenó el individualismo de Rembrandt.

Antonio García-Trevijano
 


Piet Mondrian