Barcelona atrae más las miradas que los oídos. Aquéllas no se cansan de admirar. Éstos se aburren de escuchar. La experiencia del arte catalán ha resultado ser más feliz y universal que la experiencia política de Cataluña. Mientras que ésta anda en busca de su identidad en la pequeñez de un poder estatal localista, aquélla la encontró en la grandeza de una expresión plástica universalista.
España y Europa dan hoy a Barcelona una resonancia mundial que se apagará con el acontecimiento acogido. Mientras que el arte catalán continuará iluminando siempre al mundo con las voluptuosas piedras encendidas en la arquitectura de Gaudí, última expresión del Gótico internacional, y con las meridianas luces oníricas de las pinturas y esculturas de Dalí, penúltima expresión del Renacimiento italiano.
Antonio García-Trevijano