lunes, 24 de octubre de 2022

Objetivo: salvar a Xavi

 


    

Ignacio Ruiz Quintano

Abc

 

El destino manifiesto del Real Madrid es la liga europea, y el destino manifiesto del Barcelona, si queremos mantener el interés del Clásico, debe ser la liga española. Dejemos, pues, trabajar a Xavi, no sea que Laporta llame a Luis Enrique y le arme un equipo-alternativa. (La otra vez quería a Mourinho, y Roures le colocó a Guardiola).


    –La Champions está siendo cruel con nosotros –fue la explicación de Xavi a lo del Inter.


    Cuando la ganó el Real Madrid, Xavi explicó que “la Champions no la gana el mejor”. En pura lógica xaviana, el mejor es el Barcelona; si el Barcelona no gana la Champions, la Champions no la gana el mejor, y en esto consiste la crueldad de la Champions: los hados del uefo Ceferino, como los dioses de Homero, tendrían la abominable capacidad para observar el sufrimiento culé como una especie de deporte.


    Mientras, el Clásico. El Madrid, con el Once de París, pero sin el mejor de París: “De Gaulle” Courtois. El Barcelona, con Lewandowski, un chulazo del área que se hartó de cometer faltas y que hubiera merecido a Rüdiger, más Pedri, ese pescuezo de gallina: de lejos parece carne, pero de cerca sólo es otro hueso. En medio, el Equipo Médico Habitual: Hernández Hernández en el Var (que es un árbitro pelirrojo, no los hermanos Xavi y Óscar, que serían igual de imparciales), y con el pito, Sánchez Martínez, que tiró de amarilla… contra Vinicius y Modric. Pobre Xavi.


    Xavi, me tiene dicho un amigo, tiene cara de ser el típico que en el bar se hace el borde pero que te da la chapa igualmente. Sólo él nos entretiene: en el fútbol es una mezcla de Yogi Berra, el beisbolista famoso por sus malapropismos (un director del Cervantes en Nueva York lo confundió en su inglés de Úbeda con el Yogi Bear de Hanna-Barbera), y Louis C.K., el comediante americano al que quisieron cancelar y que ha salido adelante a fuerza de ingenio, llenando en Londres la semana pasada.


    Cuidemos de Xavi como la hormiga del pulgón. Eso hizo Ancelotti cuando el 0-4 del Bernabéu: todos nos metimos con él, pero, desde un punto de vista estratégico, llevaba razón. Aquel resultado consolidó a Xavi en su puesto, y ahora recogemos los frutos: el Barcelona vuelve a su ser, que es un ser pesimista. El pesimismo es un ismo romántico, ¿y qué personaje más romántico que Xavi hay hoy en el fútbol?


    El pesimismo de Xavi no es el pesimismo de Rüdiger, ahora que Ancelotti dice que, como defensa, Rüdiger es un pesimista tremendo. El “pesimismo defensivo” de Ancelotti consiste en ponerse siempre en lo peor, que a eso, por cierto, lo llamaba Freund “pensar políticamente”. Rüdiger regresó de Polonia con una máscara que le protege la herida del gol de Champions al Shakhtar: ese gol y el video de la cura en el vestuario le granjean en el madridismo una leyenda como la de Rodolfo Guzmán Huerta, El Santo mejicano, aquel enmascarado en quien Carlos Monsiváis vio (por una vez la Wikipedia acertó con el párrafo) “el rito de los consuelos peleoneros dentro del gran desconsuelo-que-es-la-vida, la mezcla exacta de tragedia clásica, circo, deporte olímpico, comedia, teatro de variedad y catarsis laboral”.


    El Relato trató de restarle mérito al gol Kroos-Rüdiger con el cuento del recurso (vergonzante) de Cruyff con Talín en los momentos desesperados. “¡Balones altos a Eloy!”, le oí yo gritar a Muñoz en el Mundial de Méjico en la agonía ante Bélgica. Y lo de Cruyff era “¡Balones altos a Talín!”, que al cabo de los años cazó los mismos que Eloy, es decir, ninguno. En cambio, lo de Kroos en Varsovia no fue una orden de Ancelotti, sino un recurso mecánico (¡alemán!) del centrocampista, que envió a Rüdiger a rematar un par de centros de precisión que el central atrapó como atrapa las moscas un camaleón.


    Puesto que de pesimismos y de alemanes hablamos, diremos que el de Xavi es un pesimismo débil, el que tiene para todo una razón del fracaso y, como dice mi ensayista, “presume de ser la actitud que siempre sabe de antemano qué pasará”, mientras que el de Rüdiger es el pesimismo fuerte, “el que no se hace ilusiones, ve lo peligroso y no quiere encubrimientos”.


    Bien, el Clásico. Se ganó el saque en el sorteo (buena señal, siempre), reservándose la Portería de los Goles (la Sur) para la hora decisiva. Después, el despiste de Mendy (“Despistes Mendy”, uno cada día: parece un personaje de Ibáñez), para la emoción final, arreglada por el cenizo Eric García, un Manolo Escobar de la vida que juega de Chigrinski para Xavi y Luis Enrique.


    Para el Madrid, el objetivo debe ser salvar a Xavi.

 


Spielberg, 1975

 

TIBURONES FRACASADOS


    La metáfora es de Mourinho, hablando de los grandullones de la Champions presumiblemente destinados a la Europa League, la que se juega los jueves. “Tiburones fracasados”. Dan ganas de hacerse una camiseta. Desde luego, si cayeran los que parece que van a caer, les va a quedar a los organizadores una parodia de la Superliga. En peores condiciones improvisó Spielberg su “Tiburón”, aquella película que, marcha atrás, resulta que es la historia de un tiburón que vomita gente hasta que abren una playa. A Spielberg le fallaron en el rodaje el tiburón, que jamás se puso en marcha, y el mar, con oleajes imposibles. “¿Qué haría Hitchcock en mi lugar?”, se preguntó Spielberg. Y montó una película de “suspense” como la Europa League de Mourinho.

[Lunes, 17 de Octubre de 2022]