martes, 5 de mayo de 2020

NN


Gates


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La Dulcinea periodística de todas las dictaduras (Primo, Franco) se llama Normalidad. Pero, a nueva dictadura (Sánchez), Nueva Normalidad (NN), mezcla de antiguo comunismo y moderno fascismo que se despacha en el Boletín Oficial… del Estado (no de la Nación): aquí legisla el gobierno, que para nosotros es el Estado, ése que hace el Derecho, dando significado a la tautología “Estado de Derecho” que catedráticos y politólogos te espurrean al hablar.
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    La NN viene precedida de la nueva sinceridad.

    –El secreto del éxito –dice la ley de Murphyes la sinceridad. En cuanto pueda fingirla, lo habrá conseguido.
    
Esta nueva sinceridad, representada aquí por Sánchez y Casado, es consigna universal. En América (¡y en China!) la representa Bill Gates, que podría ser el tapado demócrata para las presidenciales de noviembre.
    
Gates, que, como dice un amigo, es un clérigo con recursos, vende “bondad”, pasando por alto que, históricamente, las instituciones inspiradas en el pesimismo sobre la condición del poder han procurado más seguridad a los ciudadanos que los gobiernos “bondadosos”. Por ejemplo, América, cuya gran virtud, para Chesterton, “pese a su industria y energía, a Edison y a la electricidad, a Ford y a sus fords, a la ciencia, a la organización y a su espíritu de empresa, sigue siendo democrática”:
    
No tal vez en sentido literal, sino en el sentido moral: sus hijos son demócratas.
    
Gates, no (en el sentido originalista). Él es… “bondadoso”, como Bergoglio, y aspira a un orden mundial a imitación del de los insectos, que todos piensan igual que la reina, sólo que después. Es lo que el boxeador Folledo le resumió al poeta Ullán en presencia de El Fary:
    
Lo único importante en esta puta vida es saber dónde está el hormiguero para meterla.
    
Trump fue el divertido y genial fin de siglo americano que demoró el establecimiento de la colmena. En el nuevo hormiguero mundial, España, privada de orgullo, cultura y dignidad, no cuenta ni como pulgón, que era nuestra ocasión.