sábado, 16 de mayo de 2020

Pijos y canis


Núñez de Balboa
 



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Para la politología que se despacha en España sólo hay dos clases sociales, pijos y canis, más, en el centro, los liberalios, que siguen sin resolver, como vemos en Núñez de Balboa, la incompatibilidad de la Revolución con la Constitución.
    
En Francia, Condorcet, un pijo cani, creyó dar con la solución al derecho de insurrección admitiendo la inevitabilidad de una ilegalidad provisional, pero Robespierre, un cani pijo, torció el morro (“sujetar a formas legales la resistencia a la opresión es el último refinamiento de la tiranía”) y no prosperó.
    
Al hilo de la Revolución francesa (cuyo fracaso explica que en Europa no se sepa qué es la libertad ni la democracia), ¿de dónde sale que los pijos no puedan “revolucionar”? ¿Qué eran, sino pijos, Jefferson, La Fayette, Miranda, Lenin y tantos otros?
    
Un analfabeto ontológico que vicepreside el gobierno, Pablemos, que enseñaba en la Universidad la Relatividad de Newton (sic) y que presumía en la TV de leer la “Ética de la Razón Pura” (sic) de Kant (es el “ojo, que yo he leído a Kant” de Ramoncín), llama a lo de Núñez de Balboa “18 Brumario Cayetano”, que le suena a 18 de Julio y que le viene de un lomo marxiano que vería en el mueblebar de Evo Morales, en cuyo prólogo rechaza Engels los métodos revolucionarios de lucha:
    
¿Por qué debemos ir a las barricadas cuando simplemente podemos votar y obtener la mayoría? Que sea la burguesía la que vaya a las barricadas.
    
Y ahí está la burguesía, en Núñez de Balboa, agitando banderas nacionales contra la 101 Aerotransportada de Franco, cani que vino a Madrid a planchar oreja, que en el viaje tuvo el sueño de hacer de Madrid una nación y que, con su aspecto de subteniente chusquero, se ha colocado de gobernador militar de la Región.

    Echenique, científico estrella del CSIC, habla de palos de golf (¿Bale?) y cucharas de plata (¿el cáliz del Inca?). Cielos. Little Lord Fauntleroy golpeando la bandeja con su cucharón de madera y tuiteando para que el Estado siga dándole comida y mimos.