domingo, 28 de julio de 2019

Desmadre a la americana



 

Hughes
 Abc

Las santiaguinas nacieron en el extranjero, cuando Bernabéu arengaba a los futbolistas para que dieran una satisfacción a los emigrantes que iban a ver al Madrid. Han cambiado mucho el mundo y el fútbol y ahora, en una globalización que el Madrid de Florentino contribuyó más que nadie a desarrollar, el lugar para la santiaguina es un estadio en Norteamérica lleno de aficionados del Madrid. Más aún si el rival es el Atlético.

Pero nadie la dio. O la dio tarde. La histórica derrota sufrida por el Madrid es la enésima evidencia de que hay algo fundamental que en el club se ha perdido. Esos «valores» de orgullo, agresividad y despotismo deportivo ya no están. Se han esfumado entre la gloria de las Copas de Europa. Entre tanto contar Copas de Europa. En el Madrid no es que hayan impuesto a los demás su «narrativa», es que se la han terminado por creer ellos mismos. Siguen los mismos que estaban, excepto (pequeño detalle) los que metían los goles.

Estos valores perdidos no los explica el mero paso del tiempo, porque se ven en el vecino, al que se nutre además con jugadores de la cantera madridista. ¿En quién se reconocerá Camacho? ¿En la mirada encendida de Koke o en el esteticismo a la deriva de Ramos?

Lo más asombroso no son los siete goles recibidos, es la sensación de que el Atlético se ha renovado y el Madrid no. El Atlético parecía un equipo nuevo, rejuvenecido en todas las líneas y hecho a la imagen de un entrenador con ideas claras. Buenas o malas, pero claras. En el Madrid, sin embargo, ¿qué vimos? A los de siempre cayendo un poco más abajo en su declive. Modric, que a duras penas aguanta la K del Lukita, no sólo sigue, es que pasa de interior ¡a mediocentro!

El esqueleto del equipo es el mismo, una columna vertebral digna de «Cocoon». Un grupo de legendarios futbolistas a los que sólo estar en el Madrid separa de la etiqueta de exfutbolistas. ¿Son los mejores del mundo o son carne de liga china? Ramos lleva todo el verano dando noticias: su boda, su berrinche contractual, sus «stories», el no a la tala, y en unas semanas estrena el documental en Amazon a mayor gloria de sí mismo. Es verdad que nada de eso es tan grave como jugar al golf, pero ¿no hay una sensación de exceso de ruido, de fruslerías alrededor del equipo?

La defensa es atroz. Es un muro de corchopán. Pero por atroz que sea no se le puede nunca juzgar del todo porque peor es el mediocampo. Siendo la clave de un equipo, el lugar fundamental, el Madrid tiene ahora mismo peor centro del campo que tenía. Los mismos pero sin Ceballos y Llorente. Incluso si trajeran a Pogba, ni siquiera parecen jugadores adecuados para el estilo que intuimos quiere Zidane, que suponemos es algo más que jugar al centro (deporte nacional), sistema consistente en: Ramos para Modric o Kroos (uno, el otro le mira), que la devuelven al lateral que avanza mecánicamente hasta un punto en el que, sin ideas ni alternativas, centra el balón a la rifa imposible de Benzema. Tampoco el Madrid tiene más gol. Lo tendría que aportar Jovic, que ni siquiera es titular, Benzema se ha convertido en imprescindible siendo un acreditado goleador contra equipos de la parte baja de la tabla. Esto habla del deterioro de la plantilla: el Madrid se ha ido adaptando a la relativa grandeza de Benzema.

Lo único bueno de la pasada temporada había sido Vinicius y el fichaje de Hazard lo expulsa a la derecha, siguiendo una tradición de fichajes «tiro en el pie» del Madrid moderno. Lo mejor que había era el regate de Vinicius y eso se ha perdido porque en la derecha avanza de otra forma.

Lo único (lo único) que tenía que conservar el Madrid se lo ha boicoteado. Lo que tenía que resolver era el problema de la portería y ahí sigue Keylor. Zidane llegó con meses de antelación para hacer una revolución de la que no hay noticia. El revolucionario se ha abrazado a los reyes del vestuario y a la guillotina han mandado a los reguilones.

Cuando coinciden en la izquierda, Marcelo, Isco y Hazard parecen las Kardashian. Tienen unos volúmenes para moverse en un video clip de Drake. Sin duda son grandes futbolistas, pero juegan a un ritmo impropio. Si Zidane entiende que jugaron con menos intensidad que el Atlético, ha de tomar medidas; si a Zidane le parece bien que sea así, que el verano no está para competir, no debía haber permitido este partido en julio. Zidane no se puede refugiar más en su mirada de estupor, ni en su sonrisa ni en su balbuceo. El daño a la imagen del Madrid es enorme y ha de sumarse a las muchas humillaciones de la pasada temporada.

Hay una falta de agresividad en todo el club. En el Atlético está Simeone y su competitividad maniática, en el Barça están Messi, la megalomanía de ficharlo todo y el dogma del Estilo (por eso De Jong y no un cualquiera). ¿Qué hay en el Madrid? Eso que ahora se llama «intensidad» ni se ve en el campo ni se ve en el banco ni se adivina en los pasillos, una dirección (no nos atrevemos a decir que deportiva) que deja pasar ante sí jugadores como De Ligt o Joao Felix que son (repitamos) «jugadores nacidos para jugar en el Madrid».

Ya casi en agosto, todo sigue igual. El Madrid es un rondo inane entre Ramos, Modric y Marcelo con centro final a Benzema. Plof. Los mismos haciendo lo mismo. En la 2018/2019, el madridismo se acostumbró a que le metieran 3-0; en la pretemporada ensaya una mayor holgura: siete. El tiempo pasa y sólo sabemos que pasa porque surgen nuevos tatuajes en Ramos.

Hubo una especie de pacto no dicho todo este tiempo: el Madrid perdía algo de su esencia a cambio de hacerse internacional. Habrá que confiar entonces en que los madridistas de Orlando, Nueva York o Washington que no se borraran ayer piten al equipo tanto como para que alguien haga algo inteligente y enérgico de una vez.


Cuando coinciden en la izquierda,
 Marcelo, Isco y Hazard parecen las Kardashian