Alberto Salcedo Ramos
Desde cuando se calzó los guantes por primera vez, a finales de los años 50s, Emile Griffith empezó a dejar tras de sí una estela de rumores. En los círculos boxísticos de Nueva York se insistía en que era homosexual.
Griffith no era amanerado, pero sí un hombre apacible fuera del ring. En todo caso, cuando sonaba la campana transpiraba rudeza. Se abalanzaba sobre el rival como un perro de presa, lanzando las manos sin tregua. Además era corajudo: aunque lo golpearan iba siempre hacia adelante, arriesgando el pellejo en cada embestida.
A ningún experto le sorprendió que ganara muy pronto el campeonato mundial del peso welter: era el rey indiscutible de su categoría.
El 24 marzo de 1962 Griffith se aprestaba a pelear contra el cubano Benny Kid Paret. Por la tarde, durante el pesaje, Paret le espetó una palabra castellana que Griffith no se esperaba.
–Maricón.
Seguir leyendo: Click