jueves, 21 de febrero de 2013

La Nación

La bici de Muñoz Molina en Mallorca

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La nacionalidad la ha creado en España la Iglesia.

    Pero tuvieron que venir los polvorillas del 98 (Azorín, Baroja, Maeztu) para reconocerlo.

    La izquierda española se cree antirreligiosa.

    Luego la izquierda española se ve obligada a jugar (la tea incendiaria) a antiespañola.

    Hoy, mientras Rajoy nos pone al día la cartilla de ahorros en el Congreso, la intelectualidad denuncia el macartismo contra los cómicos del Presupuesto, pero, de momento, el único que se ha quedado sin trabajo por sus ideas (“es un hombre de ideas”, ponían los porteros del franquismo en los certificados de conducta cuando querían perder a alguien) es Ballesta, un ex delantero centro que largó contra los separatismos.

    O sea, un facha.

    –En España, si no eres nacionalista, eres directamente un fascista –se queja Muñoz Molina, un académico que va en bici a Mallorca (la pastelería, no la isla) y que tiene de la Iglesia la misma idea levantisca que Ramón Franco, que iba a Buenos Aires en hidroavión.

    Arruinada su doctrina por los acontecimientos, la izquierda, avisó Revel, protege su identidad cultural llamando fascista a aquél que no sea asimilable a su “sensibilidad”.

    Eres fascista (y macartista) si frunces el ceño cuando te venden las gansadas de Eva Hache por profecías de la madre Ráfols.

    ¿No cortó Carmen Calvo la subvención a las ruinas de Itálica porque de los romanos venían los fascistas?

    Calvo lo supo por Tom Wolfe, que explicó para los ingenuos yanquis que el fascismo viene del símbolo romano del poder y la autoridad, el “fasces”, un manojo de bastones atados con tiras de cuero.

    ¿Cuál es el estado de la Nación?

    Económicamente, parece que Rajoy sacará a España de la ruina zapatera.

    Culturalmente, en cambio, la cosa no tiene arreglo: es deprimente una sociedad en que Maribel Verdú, para que no la llamen fascista por el escaparate de bastones que luce al sonreír, tenga que hacerse la Dolores cada vez que se sube a un cajón.

El hidroavión de ir a Buenos Aires de Ramón Franco